La acción irracional de los Estados Unidos, segundado por los aliados
occidentales, y no sólo, en la instalación mesiánica de la libertad, la
democracia y el libre mercado en países islámicos está destapando el
Vaso de Pandora de un radicalismo todavía más difícil de controlar.
Lejos de ser un conjunto homogéneo, el Islam está atravesado por
corrientes que encaran en modo diferente la vida religiosa. La
revolución de los ayatolá en Irán, supuso cierto renacimiento de los
chiitas (presentes principalmente en el país persa, en Iraq con minorías
en Líbano, Siria, etc.) que cobraron mayor protagonismo con su
tentativa de exportar el modelo iraní. También en el mundo sunnita, que
representa a la mayoría de los fieles islámicos, han ido creciendo
corrientes de intepretación, entre ellas los Hermanos Musulmanes, que
tuvieron mucha difusión en Medio Oriente y Magreb también en el plano
político, o los salafitas (conocidos también como wahabitas aunque es menos correcto), corriente
tradicionalista proveniente de Arabia Saudita y dominantes también en el rico emirato de Qatar.
Los salafitas, repartidos entre corrientes no partidarias de la yihad
y otras que la consideran indispensable, representan un sector
radicalizado que ha recibido de la casa real Saudí importantes
inyecciones de dinero, del orden de las decenas de miles de millones de
dólares. No creen en los parlamentos, y mucho menos en la democracia,
dividen el mundo en musulmanes y no creyentes. La vida de un no
creyente, según algunos líderes como Omar Bakri Fustok, activo en el
norte de Líbano, no tiene importancia, porque no tiene santidad. Los
sabios son aquellos destinados a regular la vida civil, no sirven para
eso ni sindicatos ni otro tipo de organización participativa. El mundo
ha conocido - en realidad es un decir, porque lo transmitido por los
medios de comunicación son a menudo aspectos poco contextualizados -
corrientes religiosas como la de los talibán (estudiantes en su idioma),
difundidos en Afganistán, una mezcla de creencias religiosas y
costumbres de las etnias locales, como la pashtun.
Los conflictos de estas décadas, desde la invasión soviética de
Afganistán, a fines de los '70, los cambios de régimenes en Asia Central
enseguida despues del derrumbre de la URSS, la guerra en la ex
Yugoslavia, en Kosovo y sucesivamente la invasión de Afganistán, en
2001, Iraq, en 2003, como reacción a los atentados en los Estados
Unidos, y la guerra en Libia y Siria más reciente han convocado a muchos
grupos radicalizados que han usado estos conflictos como entrenamiento
de sus huestes, además de una oportunidad para difundir sus
predicamentos. La red terrorista de Osama Bin Laden, Al Qaeda, nace
precisamente durante el conflicto en Afganistán contra los invasores
rusos.
La política de la Casa Blanca se ha introducido en este mundo
complejo como un elefante en un bazar, persiguiendo sus objetivo
políticos pero sin tener en cuenta el contexto en el que actuaba. Así ha
sucedido en los ya mencionados conflictos y, sucesivamente, en Iraq,
donde luego de nueve años de guerra estamos lejos de haber democratizado
el país, menos aún de haberlo pacificado. Lo mismo sucede en Afganistán
luego de 11 años de ocupación, la más larga guerra de los Estados
Unidos. La intervención en Libia y Siria ha adquirido matices todavía
más inquietantes, con una colaboración poco comprensible con Qatar y
Arabia Saudita que gustoso han enviado armas, dinero y líderes
radicalizados para derrocar los dos gobiernos.
La caída de Al Assad, perteneciente a la minoría alauita, una suerte
de secta, puede abrir paso a un conflicto entre corrientes más o menos
radicalizadas en este país de Medio Oriente. Qatar, Arabia Saudita y
Estados Unidos coinciden en este momento en tener el mismo enemigo pero
por distintas razones: Irán. Para la Casa Blanca se trata de un gobierno
terrorista y de uno de las principales reservas de combustibles del
planeta. Para los salafitas sauditas se trata de una corriente religiosa
adversaria.
Es difícil prever qué puede llegar a pasar en el futuro. El vaso de Pandora hace tiempo que ha sido destapado.
Finalmente, cabe quebrar una lanza por la inmensa mayoría de los fieles del Islam: gente pacífica, religiosa y bondadosa que vive en muchos países y conduce una existencia pacífica, a menudo acosada por la pobreza. Gente que conocedora de que el Corán no predica la violencia, sino la misericordia y la tolerancia.
Finalmente, cabe quebrar una lanza por la inmensa mayoría de los fieles del Islam: gente pacífica, religiosa y bondadosa que vive en muchos países y conduce una existencia pacífica, a menudo acosada por la pobreza. Gente que conocedora de que el Corán no predica la violencia, sino la misericordia y la tolerancia.
Sería injusto soslayar su rol moderado dentro del mundo islámico,
aunque es cierto que estos sectores aparecen menos en los medios de
comunicación. Posiblemente serán ellos lo que ayudarán a desactivar la
idea de un conflicto de civilizaciones. Una tarea que en paralelo
debería desarrollar la sociedad civil de Occidente para desactivar la
política irracional de sus gobiernos.
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