La pregunta es siempre la misma: ¿Qué sucede en Siria? La otra pregunta que viene de ello, inevitablemente, es: ¿Por qué sucede?
Es casi una obviedad que en los medios esté en curso una campaña mediática destinada a presentar el régimen de Bashar al-Assad como un despiadado asesino de civiles indefensos. Sobre todo, en la gran masa de la opinión pública compuesta por apresurados lectores, poco propensos a investigar entre la caterva de noticias que nos invade cotidianamente para separar la paja del trigo. Se alimenta así un coro unánime y un veredicto inapelable: Assad asesino, tiene que caer. Pero esto se entiende. ¿Quién tiene tiempo para analizar en detalle la noticia y para confrontar las fuentes de información de los medios gráficos y de los enviados? ¿Quién puede cotejar con otras fuentes alternativas? La mayor parte de los lectores de los medios que hoy han leído sobre la posición de la Liga árabe contra el régimen sirio, no tiene tiempo de buscar el expediente presentado por el jefe de misión enviado por la misma organización árabe al lugar y que durante un mes comprobó que tanto el ejército como la guerrilla que se le opone están provocando un baño de sangre, a menudo con víctimas civiles (1). Además nadie puede saber que el expediente fue ocultado porque no dice lo que, en cambio, se quería que dijera: que toda la culpa es del régimen de Assad.
Para ser claro, no es que Assad esté exento de culpa, antes que nada, por la reacción torpe y criminal de su ejército que causó víctimas entre los civiles. Y no es que no exista una corriente de opinión dentro de la sociedad siria que vería con buenos ojos un paso al costado de Assad. Pero no de esta manera cruenta, es decir no mediante una sangrienta guerra civil, sino a través de un proceso interno pacífico y democrático, así como puede ser en el contexto de ese país.
Todo lo que esta acaeciendo en realidad lo pone en evidencia Thierry Meyssan que lo reconstruye detalladamente en “El Ejército sirio libre es comandado por el gobernador militar de Trípoli” (2), en cambio gran parte de los medios ofrece una visión diversa, por ejemplo La Repubblica (3).
Pero si se hace un poco de memoria, se comienza a notar algún dejà vu. Febrero 2003, ¿quién no recuerda en la sede de la ONU al Consejero de Estado de EEUU, Colin Powell, con la famosa probeta? Fueron las “pruebas documentadas” de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. También entonces la opinión pública sufría la influencia de la repetición mediática que había condenado ya a Saddam Hussein, asesino y despiadado dictador, que debía ser depuesto por una intervención militar. Poco tiempo después de la invasión y las irrefutables “pruebas” de la existencia de mecanismos diabólicos de cualquier tipo no se habló más del tema. Y no se podía hablar, porque no existían, así como no existía conexión alguna entre Saddam y Al Qaeda.
En tanto, en Afganistán e Irak estaba en curso el espectacular choque de civilizaciones tan anunciado. Sus profetas predijeron acertadamente, era necesario actuar para llevar libertad y democracia a Medio Oriente y Asia Central… si no fuera por el hecho de que en realidad se destapó de la forma más torpe y cínica posible una primera caja de Pandora de conflictos internos: corrientes shiitas, como la mayoría de la población iraquí, dispuesta a exportar la revolución de Kohmeini a la región, comenzaron a chocar con la minoría sunita sostenida por las corrientes radicalizadas dispuestas a imponer su versión del Islam y reducir la influencia iraní. Para Occidente se trata de una cuestión aparentemente secundaria, teniendo en cuenta que el principal objetivo era el control de los yacimientos y de las rutas de transporte de los recursos energéticos, gasoductos y oleoductos.
En Libia el guión no es muy diferente. De repente Kadhafi se volvió de un dirigente dispuesto a regresar a los rangos de sensatez política, al hostil despiadado con su propio pueblo. Pero también allí, las señales sobre la presencia de elementos de cuerpos especiales de varios ejércitos occidentales que han armado en poco tiempo una guerrilla revolucionaria han pasado en silencio, en las páginas visibles de las principales corrientes informativas o entremezcladas con cualquier tipo de información en el mar de la web. Es una lástima, porque pasaron en silencio los satélites rusos que no encontraron huellas de bombardeos aéreos contra los civiles en Bengasi, que azuzaron la “guerra humanitaria” con el apoyo del pueblo libio. O bien las señales sobre la poco clara presencia del Grupo Islámico Combatiente en Libia (LIFG por su sigla en inglés) considerado por las Naciones Unidas como expresión local de… Al Qaeda. ¡No es posible! ¡Pero, sí!
En septiembre de 2011 en efecto fue parte de la lista redactada por el Comité de aplicación de la resolución 1267 del Consejo de Seguridad. Pero no se trata de terroristas sólo para la ONU. Lo son también para el Departamento de Estado de los Estados Unidos que desde fines de 2004 los incluye entre ellos. El LIFG está todavía en la lista, precisamente en el número 26, y quien quiera lo puede controlar en el sitio web del Departamento de Estado (4). Así como es posible verificar que para el Departamento Interno británico el LIFG está todavía proscripto en el Reino Unido (5) porque “busca reemplazar el régimen libio con un estado islámico radical. El grupo es parte también de un más vasto movimiento extremista global, también éste inspirado en Al Qaeda. El grupo ha realizado muchas operaciones en Libia, incluso un atentado dirigido a asesinar en 1996 a Muhammar Kadhafi”.
En 2007 el LIFG proveyó la mayoría de los kamikazes en Irak y se fusionó con Al Qaeda, lo anunció el mismo líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri. En el anuncio de la revuelta en Libia, lo encontramos activo y apoyado por fuerzas especiales occidentales. La situación genera preocupación, y quizás algún sentimiento más intenso en el general Carter Ham, comandante estadounidense del Africom al cual es enviado a coordinar las acciones aliadas en Libia y a defender a los mismos terroristas que han actuado contra soldados de EEUU en Irak y Afganistán. En efecto, poco después es removido y la coordinación pasa a la OTAN.
En el verano de 2011 es derribada la resistencia del régimen de Kadahfi, muerto el viejo jefe, y al mando del adiestramiento del ejército de Libia nombran a un hombre del LIFG, Abdelhakim Belhaj. Claramente no le dieron un rol secundario al LIFG del otro lado del Mediterráneo. Y ciertamente, el contacto entre la inteligencia estadounidense, francesa y británica con el grupo no se ha interrumpido. El hecho está en que los guerrilleros del LIFG aparecen ahora muy bien armados en Siria, junto a brigadas (¿o bandas?) extranjeras. Según algunos periodistas hay ciudadanos sirios que han reconocido por su acento no sólo combatiente libios, sino también iraquíes, jordanos y afganos. Pero también lo admiten dos fuentes “insospechables”, el Corriere della Sera (6), que cita la “misión” de Belhaj y de su vice Al Harati para sustentar la revolución siria. ¿Por cuenta de quién? ¿El CNT libio? En el ínterin, Al Harati admite haber sido él mismo, según su dichos, quien robó 240 mil euros entregados… por la CIA (!). ¿De dónde provienen los fondos que alimentan la guerra civil en Siria? Los núcleos que Al Harati conduce en tierra siria, especifica el artículo de Guido Olimpo, están muy bien armados, reciben financiación y apoyo de fuerzas especiales de Qatar, Arabia Saudita y países occidentales, particularmente británicas. Pero en Siria Al Harati está desde hace tiempo. En diciembre lo encontró el enviado especial del diario español ABC, que desde hace tiempo está alineado al frente anti-Assad. El reportero Daniel Iriarte lo encontró junto a otros guerrilleros libios. Parece que este hecho sorprendió al enviado español que quizás sabe bien que Al Harti y otro compañero suyo, Adem Kikli, son lugartenientes de Belahj y que éstos figuran entre los sospechosos del atentado de Madrid del 11 de marzo de 2004. Lo indica el ex primer ministro español José María Aznar en una entrevista en el blog de la CNBC del pasado 9 de diciembre (7).
A este punto hace falta entonces tener mucho cuidado con considerar como atendible las versiones provenientes de Siria. Existen elementos consistentes que hacen pensar en una tentativa en curso para provocar la caída de Al Assad pero no en nombre de la democracia y de la libertad, sino de otros intereses, no completos los actuales esquemas geopolíticos, difusos, variados, que encuentran coincidencias como en este caso (8). Al Qaeda entonces también actúa en nombre de estos intereses que involucran a Occidente. Quien quiere trabajar en serio por la paz en Siria, como en cualquier otro lugar, debe pues empezar a separar la paja del trigo. Quizás la historia de la guerra global contra el terrorismo no es aquella que nos contaron hasta ahora.
(1) Consideramos instructiva la lectura, de la cual redirigimos la traducción del sitio: www.peacelink.it
(2) En www.megachip.info, domingo 12.2.2012.
(3) Pietro del Re, “Siria, ora l’Onu mandi i caschi blu”, 13.2.2012
(4) http://www.state.gov/j/ct/rls/other/des/123085.htm La sigla está obviamente en inglés Libyan Islamic Fighting Group (LIFG).
“Libyan Islamic Fighting Group (LIFG) The LIFG seeks to replace the current Libyan regime with a hard-line Islamic state. The group is also part of the wider global Islamist extremist movement, as inspired by Al Qa’ida. The group has mounted several operations inside Libya, including a 1996 attempt to assassinate Mu’ammar Qadhafi”.
(6) Guido Olimpo, Corriere della Sera, 11.11. 2012, Brigate internazionali in azione in Siria a fianco degli insorti.
(7) Entrevista al ex primer ministro español Jose María Aznar, donde declara: ”or even worst, the Libyan rebel military commander, Abdul Hakim Belhad, a well-known jihadist who was one of the suspects involved in the Madrid train bombing of March 2004”.
(8) Cfr. Alberto Barlocci, Città nuova web, 9.2.2012, Sembra vero, anzi e falso.
Excelente artículo. Increíble que no haya ningún comentario. Un abrazo.
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