domingo, 25 de septiembre de 2011

¿Qué reforma para la ONU?

El esquema de constitución y de funcionamiento de los organismos que conforman la ONU se debe al equilibrio de poderes existente entre las principales potencias al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos encabezaba el grupo de los países occidentales vencedores del conflicto, y había sido determinante para el desarrollo del conflicto mundial. Gran Bretaña y Francia eran las otras dos potencias con un imperio colonial de consideración. En ese entonces, la India y varios territorios de Asia y Africa estaban bajo el dominio britanico, y el Reino Unido había encarnado, entre 1940 y 1941, el espíritu de lucha del mundo libre enfrentando sola a Hitler hasta el ingreso en el conflicto de los Estados Unidos. Las reuniones cumbres de Teherán y Yalta, definitorias de los equilibrios mundiales, fueron protagonizadas por los líderes de Gran Bretaña, Estados Unidos y Unión Soviética. Francia, por su parte, pese a su relativo aporte para el desenlace exitoso del conflicto -para el que jugaron un rol esencial la capacidad tecnológica y productiva de Estados Unidos y, en segundo lugar del Reino Unido-, era la segunda potencia colonial, con territorios que abarcaban el África francófona de la zona norte y subsahariana de ese continente, y los territorios de la entonces denominada Indochina (Vietnam, Laos, Cambogia). La entonces Unión Soviética figuraba entre los aliados, pero sólo hasta que duró la guerra, y representaba una super potencia que no podía quedar soslayada, también porque los aliados occidentales tenían claro que sería difícil frenar su expansionismo, como evidenció la adhesión al bloque socialista de parte del Este europeo, consagrado en 1955 por el Pacto de Varsovia. A su vez, China ya se perfilaba como potencia asiática, un gigante poco conocido, aun poco conocido, pero que había colaborado a derrotar al agresor japonés en el frente asiático de la Segunda Guerra Mundial. 
La idea de un Consejo de Seguridad, con estos cinco miembros, cada uno con un poder de veto sobre las resoluciones, que actuara como órgano de conducción del organismo e interviniera en las situaciones de emergencia respondió precisamenta a ese contexto en el cual era reciente la experiencia bélica, la persistencia de peligros para la paz y la necesidad de reconstruir una convivencia internacional. 
La presencia de otros 10 países como miembros rotativos del Consejo de Seguridad no pudo en estas décadas lograr una mayor distribución su poder decisional. Si en esa primera etapa, por otro lado marcada por el rápido comienzo de la Guerra Fría, ese esquema pudo responder ante todo a la necesidad de instituir ese organismo supranacional que fuera un ámbito de discusión y de diseño de proyectos comunes (pensemos al rol de UNESCO en la cultura, UNICEF en materia de infancia, de la FAO en la lucha contra el hambre), con el pasar de los años quedó obsoleto y superado por las circunstancias. 
Hoy nadie puede seriamente fundamentar las razones por las que Francia o Reino Unido y hasta de la misma Rusia, tienen ese derecho y no lo tienen países como India, Indonesia, Sudáfrica, Alemania, Japón, Brasil o Nigeria. De a uno, todos los imperios, coloniales o políticos, se han derrumbado: el de Francia, como el de Gran Bretaña, como el de la misma Unión Soviética y queda en pie, por la vía de los hechos, el sistema imperial de los Estados Unidos.
En las circunstancias actuales, no se puede considerar democrática  la herramienta de un derecho de "veto" por parte de algunos. Un ámbito decisional, aunque representado por un grupo restringido de países que poseen una economía o una población relevante en el equilibrio del planeta, debería funcionar en base a un esquema democrático, en todo caso dotado de mayorías especiales. Tal como la aceptación de un nuevo país miembro debe recibir los 2/3 de los votos, podría pensarse un equilibrio de este tipo en un consejo de seguridad formado por un equlibrado grupo de miembros representando por países industrializados y emergentes. 
Sin duda, precisamente en pos de una mayor democracia, habría que reconsiderar incluso el esquema de funcionamiento de la Asambla General, puesto que no es lo mismo el peso político del voto de un país con cientos de millones de habitantes y el de otro con un número sensiblemente menor. La pregunta es si, como ha hecho la Unión Europea, no convendrá una suerte de Camara Baja global sobre base poblacional. 
A su vez, la actual dependencia de los gobiernos de los países miembros del Consejo de Seguridad por parte del Secretario General de la ONU termina por limitar el rol asignado a esta figura a funciones poco más que representativas. Y por esa razón las potencias industrializadas no han tenido inconvenientes de dejarlos a figuras provenientes de países del Tercer Mundo o emergentes (Vietnam, Egipto, Corea, etc.). 
Sin embargo, la dirección general del Fondo Monetario Internacional, y la presidencia del Banco Mundial, dos lugares claves, sigue siendo asignadas según una práxis ya afirmada respectivamente a los Estados Unidos y a Europa. Una reforma de la ONU debería incluir entre otras cosas la recuperación de estos dos organismos que, junto a la Organización Mundial del Comercio, nacieron para reconstruir el orden mundial económico. Su recuperación significa también fijar un esquema de principios jurídicos a los cuales deberían ajustarse estos organismos multilaterlaes, muy influyentes a la hora de incidir en la economía global, pero poco transparentes en el uso de su poder, a menudo transformado en principios rectores superiores a los principios generales del derecho asumidos como tales por gran parte del mundo occidental. El FMI ha tolerado, por ejemplo, el recurso de préstamos a tasas usureras en muchos casos, en perjucio por ejemplo de los principios jurídicos que repudian la usura.
También hay quien plantea instituir ad latere de la Asamblea General una que represente a la sociedad civil internacional. Es decir una asamblea de organizaciones que trabajan los incontables campos de acción representativa de intereses que no siempre los gobiernos logran llevar en el seno de la ONU por diferentes razones.
La reforma parece ser no sólo necesaria, sino urgente, puesto que de seguir así es muy prabable que la ONU termine por perder la poca autoridad moral acumulada en estas décadas, siendo hoy demasiado influida por los intereses políticos de un puñado de potencias.

La ONU ante el dilema palestino

El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahumud Abbas presentó el viernes 23 de setiembre, el pedido formar ante el Consejo de Seguridad de las Naciones para que sea reconocida Palestina como Estado soberano. El anuncio fue realizado durante su discurso ante la Asamblea General de la ONU, en medio de fuertes aplausos.
De esto modo, la ONU vuelve a enfrentarse al dilema de aceptar o denegarle el reconocimiento a Palestina como Estado miembro.
Durante toda la semana las voces a favor y en contra trascendieron los discursos de los mandatarios, destacándose la ponencia de Baraka Obama, quien rechazó la posibilidad del reconocimiento alegando que antes es necesario lograr la paz con Israel mediante negociaciones bilaterales. De hecho, la diplomacia estadounidense ya había anunciado que vetaría esa demanda, y Mahmud Abbas presentó su pedido en pleno conocimiento de que tiene pocas probabilidades de que prospere. Por su parte, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, tan sólo una hora más tarde, rechazó ante la Asamblea General la propuesta palestina alegando que el reconocimiento debe ser fruto de negociaciones entre los vecinos, y principalmente Israel. Y también agregó que los palestinos se han negado negociar.

Para que un estado sea admitido en la ONU debe presentar, por vía diplomática, una solicitud formal al Secretario General de este organismo, que debe pasar por el filtro del Consejo de Seguridad, donde tiene que reunir 9 votos sobre los 15 miembros, y no recibir ningún veto por parte de los cinco países considerados “permanentes” (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido). Sucesivamente, el tema se traslada a la Asamblea General para debatir su aprobación, donde la aprobación debe contar con los dos tercios de los votos a favor, es decir 129, para ser aceptada. En esa sede, la demanda palestina cuenta con entre 120 y 122 votos a favor.
Sin embargo, existe una alternativa diplomática: que la Asamblea General logre una mayoría simple que eleve el rango de Palestina al de “Estado observador no miembro”, lo cual supone un reconocimiento indirecto de dicho país.
De los miembros permanentes Estados Unidos ya ha anunciado su veto, Gran Bretaña y Francia podrían abstenerse o votar en contra, Rusia y China avalan el pedido Palestino.
De los miembros temporarios, votarán a favor Líbano, Sudáfrica, Brasil e India. De todos modos, es muy probable que los tiempos de análisis del tema se alarguen durante la semana que viene en busca de una solución diplomática que incluso evite el costo político de la aplicación del veto por parte de Estados Unidos.

La jugada de Abbas es atrevida y fuerte. Apunta a un pronunciamiento público ante el estancamiento de las negociaciones que el año pasado, con mucho voluntarismo, pero poco realismó, relanzó el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien en su momento se anunció a favor de la creación de un Estado Palestino soberano.
El problema de fondo es doble. Ambos países reclaman derecho básicos y legítimos. El pueblo palestino el derecho a su autodeterminación y a vivir en el territorio que le pertenecía. Israel reclama fronteras seguras y mutuo reconocimiento como Estado, es decir una paz duradera que evite vivir en el actual permanente estado de alerta. Eso significa por el lado palestino, aislar y neutralizar los sectores intransigentes que niegan el derecho de Israel a la existencia y alientan el uso del terrorismo como método de lucha. Israel en sustancia está pidiendo no encontrarse ante un hecho consumado a nivel internacional con el reconocimiento de Palestina antes de negociar los puntos mencionados.
El problema reside precisamente en que Israel ha llevado a cabo desde su nacimiento, en 1948-49, una política de hechos consumados que desde 1967 se ha materializado con la ocupación de territorios por la vía militar y con la permanente expansión de los asentamientos de israelíes en esos territorios ocupados (principalmente cisjordania).
El de los territorios ocupado es otro tema lleno de aristas. La propuesta palestina supone volver a la situación previa a la Guerra de los Seis Días de 1967, tal como pidió en su momento la ONU. Es decir, asignando al Estado Palestino los territorios de Cisjordania y Gaza. El problema es que Cisjordania es controlada por Israel desde entonces, y en ella se han asentado miles de israelíes con el aval y el apoyo del gobierno de Tel Aviv.
¿Podrá Israel echar a decenas de miles de colonos que su propio gobierno ayudó a instalar? ¿Podrá Palestina renunciar a más sectores de su escasa superficie a cambio de constituirse como Estado soberano, disponer entonces de leyes, de una justicia, de una admnistración completa de su territorio, de su propia líneas aéreas, etc.?
Ninguna de las dos partes puede salir de un acuerdo de este tipo logrando el 100% de lo que reclama. El tema es que ambas partes sepan elegir a qué aspecto menos esencial les será posible renunciar, en aras de lograr convivir no digo en paz, pero al menos sin violencia.



jueves, 8 de septiembre de 2011

La esperanza de un pueblo

África tiene un estado más. Es el número 54 y su nombre es Sudán del Sur, con capital en Juba. El flamante país compartirá con la Argentina el 9 de julio como fecha patria.
Culmina así el proceso comenzado con los endebles acuerdos de paz que, en 2005, pusieron un alto al conflicto entre el ejército regular y las milicias del sur, principalmente del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (Spla, por su sigla en inglés). Los choques habían comenzado en 1983 y dejaron más de dos millones de muertos y cientos de miles de desplazados. A través de un referendo realizado en enero de este año más del 98% de los pobladores del sur votaron a favor de la independencia.
El pasado 9 de julio fue la ceremonia oficial en la que fue arriada la bandera sudanesa e izada la del nuevo Estado, ante la presencia del secretario general de la ONU, el coreano Ban Kii Moon, y el presidente de Sudán, Omar al-Bashir, sobre quien pende un mandato de captura de la Corte Penal Internacional por su responsabilidad por los crímenes contra la humanidad cometidos en Darfur (región occidental de Sudán).
Los discursos fueron conciliadores y auguraron paz y cooperación. También el del astuto al-Bashir fue acorde a las circunstancias, pese a que la situación general dista de poder considerarse pacífica: existen milicias étnicas que siguen actuando, y todavía queda por delimitar la región de Abyei, la más rica en yacimentos petrolíferos. Al Bashir adhiere a esas corrientes radicalizadas de inspiración islámica aparecidas en los años setenta en Sudán y que –en plena contradicción con los principios del Corán– predican un proselitismo violento y la toma del poder en forma absoluta. Por eso comenzó un intento de "arabización" de la población sudanesa, que en el caso de los habitantes del sur (mayoritariamente animistas y cristianos) se transformó en sistemáticas “limpiezas” étnicas y matanzas que dieron origen a una sangrienta guerra civil.
No son pocas las incertidumbres que se ciernen sobre el nuevo Estado. Más del 90% de los habitantes son pobres y el 85%, analfabeto. Y queda por verse el rol que jugarán China, con fuertes intereses petroleros en el país, los Estados Unidos, Francia y Reino Unido, que también se disputan un rol clave en la región subsahariana, moviendo los hilos menos visibles del poder y de muchos de los conflictos en curso, por ejemplo en Chad, Costa de Marfil, la región de los Grandes Lagos.
Por ahora se dio el primer paso de un Sudán del Sur “oyee” (libre, en la lengua local). El augurio de su presidente, Salva Kiir Mayardit, es que su pueblo “jamás vuelva a ser oprimido”.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Bolivia: Un proceso en construcción


Comprender en pocos días la realidad de un país como Bolivia, además en pleno proceso de cambio, no es fácil. Algunas pistas de lectura acerca de lo que acontece en este país andino, distinto y a la vez parecido a la actualidad del resto de América del Sur.

por Alberto Barlocci


Bolivia suscita impresiones diferentes. Mucha admiración por sus paisajes de una belleza abrumadora, interés por su diversidad cultural, y también la percepción de un país en una etapa de cambios sustanciales que, como todos los procesos de este tipo, supone entusiasmos y también temores, impulso dinámico y también resistencias, aciertos y también errores, luces y sombras. En este sentido, el país guarda una cercana relación con lo que está aconteciendo en gran parte de la región sudamericana donde, acaso por primera vez en décadas, los gobiernos se han empeñado en un esfuerzo dirigido a mejorar la justicia social y la inclusión en la vida ciudadana de todas las componentes sociales, particularmente los pueblos indígenas desde siempre postergados y olvidados. Quizás, hoy por hoy el problema común a todos los gobiernos de América del Sur es, por un lado, cómo mejorar la redistribución de la riqueza generada por una coyuntura económica como pocas veces favorable, puesto que prácticamente todos los países del subcontinente se están beneficiando de un crecimiento económico importante y continuado; otro interrogante es cómo ampliar los consensos políticos y sociales alrededor de esos esfuerzos de inclusión logrando, a la vez, mejorar la calidad democrática y la solidez de las instituciones.

Las caras de una moneda
Bolivia no se aparta de este patrón común. El visitante se encontrará entre adhesiones al proceso comenzado con la primera presidencia del presidente Evo Morales en 2005, y críticas al mismo, quejas por la falta de percepción de los beneficios del crecimiento económico que el país registra, loas por contar con oportunidades de desarrollo antes negadas. "Evo Morales llegó al poder en un contexto de crisis muy profunda en la que parecía que todo se venía abajo. Hubo mucha confianza hacia él", nos explica Fabian II Yaksic, diputado nacional por el MSM, sector hoy a la oposición luego de haber sido aliado de Evo. "Luego de la primera etapa, ahora seguimos en la necesidad generar un cambios, por ejemplo, en la matriz productiva de acumulación que sigue siendo la misma – agrega eYaksic–. Hace falta industrializar este país, adecuar el diseño institucional a la de un Estado que se define plurinacional, porque la paradoja es que pese a esa definición hay un fuerte presidencialismo. También necesitamos dar una forma a las autonomías locales, sin copiar modelos ajenos. Finalmente, necesitamos institucionalidad, porque persiste el caos en el manejo del Estado", resume el legislador.
La mirada crítica del diputado Yaksic es compartida por unos cuantos interlocutores con los que mantenemos largas conversaciones. Sin embargo, nadie cuestiona el liderazgo de Evo Morales, y más bien se critica el rol de su partido, el Movimiento Al Socialismo (MAS). "A futuro creo que va a haber 'masitas' y 'evistas'", cierra Yacsic aludiendo al fuerte liderazgo del presidente.
Se podrá discutir mucho si este proceso avanza siempre de la mejor manera, teñido como está de posturas políticas y, por sobre todo, de una historia todavía reciente que ha relegado y excluído de muchos de sus derechos a la mayoría indígena de este país. "No se puede negar que es el proceso legítimo que reconoce esos derechos a la mayoría indígena", explica Armando Loaiza, diplomático y ex ministro. Una mayoría que hasta 1952 no podía siquiera acceder a la céntrica Plaza Murillo, en La Paz y que no podía ejercer la enseñanza, ni otros cargos públicos. El 30% de los bolivianos son de etnia quechua y un 25% aymara. El resto de la población se divide principalmente entre blancos y mestizos, y entre las demás etnias. "Creo –agrega Loaiza–, que hay dos fenómenos importantes: uno es El Alto, un gran laboratorio social, siendo una ciudad de 800 mil habitantes que hasta ayer era La Paz y hoy es autónoma". En El Alto se concentra también el núcleo político que sostiene el gobierno actual y es muy dinámico incluso económicamente. "Otro fenómeno es Santa Cruz de la Sierra, una ciudad que treinta años atrás era muy pequeña y hoy supera el milllón de habitantes y se constituye como un importante motor económico. Son los dos polos de la modernización de Bolivia, a mi enteder" concluye Loaiza. A su vez, Santa Cruz es expresión de la oposición al modelo político liderado por Evo.
La historia suele ser el mejor filtro, será ella la que hará el balance definitivo de una realidad política hoy polarizada aunque sin duda en camino.

¿Un modelo para otros?
"¿Bolivia tendría algo que decir a Europa?". La pregunta queda flotando en el aire en medio de un estupor y cierto desconcierto. Los más de veinte periodistas que nos reciben en la Fundación Jubileo, en pleno centro de La Paz, para mantener un diálogo sobre nuestras impresiones al visitar su país, miran a mi colega y amigo, Michele Zanzucchi, director de Cittá Nuova italiana, como si la suya hubiese sido tan sólo una provocación. Sin embargo, este incansable viajero, conocedor infinidad de países y ciudades, no duda en ahondar en su pensamiento: "Ustedes están viviendo un proceso de integración porque su Estado "plurinacional", como lo define la nueva Constitución, es habitado por decenas de etnias que están encontrando, con aciertos y desaciertos, un camino de integración. Europa vive lo mismo con millones de inmigrantes internos y otros provenientes de Asia y África y las Américas. Pero sus modelos de integración han fracasado: fracasó el modelo francés, el británico, el alemán... y debe haber más modelos. Hoy Bolivia tiene la posibilidad de aportar al mundo entero la experiencia de este proceso en el que varios pueblos conforman un mismo país. Y esto es valioso".
En las semanas siguiente, los hechos violentos acaecidos en Londres parecieron confirmar que no necesariamente el Viejo Continente ha resuelto sus problemas de integración. Y hoy, en el contexto internacional, todos pueden aportar su experiencia, por limitada que sea.

Las minas de Potosí


Dicen que son 15 mil los mineros que trabajan en las minas de Potosí. Están ubicadas en las entrañas de dos cerros, uno más grande que otro, que dominan esta ciudad boliviana. El guía, un joven, posiblemente universitario, nos cuenta que su abuelo y su papá fueron mineros. A medida que nos acercamos a la entrada de la mina, una de las tantas, comenzamos a comprender de qué se trata. Estamos a 4.160 metros de altura. No bien ingresados en la galería, al respirar se percibe el polvo en el aire, el frío, y cierta sensación de claustrofobia. El ancho del túnes por momentos apenas debe superar el metro, cada tanto tenemos que agacharnos para no chocar con caños, dinteles y pilares que sostienen la galería. Llevamos puestas altas botas nos protegen del agua helada que en algunos puntos se acumula en grandes charcos. Seguimos el camino de los rieles que guían las vagonetas en la que se transporta el mineral extraído. Solo la vagoneta pesa 100 kg, adentro lleva una tonelada de material. Cada una es llevada por una cuadrilla de tres hombres, dos empujan y uno la arrastra usando una soga. Tan sólo eso no parece ser una tarea fácil.
Pasamos por el "tío", la divinidad a la que los mineros ofrendan el primero y el último viernes del mes hojas de coca, un cigarro y alcohol puro, para que permita ver el mineral, conceda una vena importante y los proteja de los accidentes. Es un nicho en el que han recabado una forma humana en barro, se ven los ojos, la boca – donde apoyan un cigarro encendido, si lo fuma es que han sido aceptados –, las manos, el sexo – la fertilidad es siempre un elemento clave en los Andes bolivianos –, las piernas. Hay hojas de coca que cubren sus partes, botellitas de alcohol, restos de cigarros y en la pared manchas de sangre de llama ofrendada para que el "Tío" no necesite de la sangre humana. Si el mineral recabado en el mes es escaso, volverán para más ofrendas. "Hay que hacerlas de buena gana", añade el guía.
Retomamos en camino. Nos explican que no siempre es posible cruzarse con los mineros. Hay visitas en las que no apareció ninguno. Justo en ese momento nos cruzamos con una cuadrilla que empuja una vagoneta. Miro los rostros de los mineros y no se qué edad atribuirles. Es como si algo les estuviera chupado las energías vitales. En un costado de la boca se nota el bolo de hojas de coca. "Te da la sensación de fuerza física y te quita el hambre", explica el guía.
A la izquierda se abre otro túnel que nos obliga a avanzar agachados. En una zona de mayor espacio, la temperatura sube de golpe hasta hacer calor. Allí, en la boca de un poco dos hombres suben por una polea una bolsa de mineral que alguien llena treinta metros más abajo. Vacían la bolsa en una carretilla que un tercero lleva más adelante donde otros pasarán el material a la vagoneta. Un par de lámparitas iluminan duras pena el ambiente en el que el movimiento de material llena de polvo. Los hombres eligen en que momento trabajar sus turnos de 8 o 12 horas. Que afuera sea día o noche, allí no hay diferencia. Cuanto más produces, más puedes ganar.
Con ese calor se debe traspirar copiosamente y no puedo imaginarme lo que significará trabajar allí todos los días, por años y años. "La vida útil de un minero no supera los 45 años por lo general", explica el guía. Ganan entre 50 y 80 bolivianos por día. O sea, entre 7 y 12 dólares. "¿Cuántos años me da?" pregunta uno de los muchachos. "35-36 responde uno de nosotros". 40 pienso yo... "Tengo 24", añade el minero con una mueca y sigue en su tarea. Les dejamos la bolsa de coca y la bebida que les trajimos como presente y nos vamos. No puedo evitar de pensar que no resistiría una hora más en ese lugar en el que ese hombres vive desde los 12 años, y se quedará otros diez o quince más, si todo le va bien y si sus pulmones aguantarán ese polvo que desde hace media hora ya me irrita la garganta.
Volvemos al tunel frío y más adentro el guía nos muestra un "ambiente de descanso". Debe ser de un metro por dos, donde es posible no estar agachados. Hay un altarcito con un crucifijo. Es el "Tata" que proteje a los mineros. Una lamparita ilumina la zona, y a los pies del Tata está sentado con la espalda a la pared, descansando, don Mateo. Parece que el guía lo conoce bien. Aparenta al menos 50 años. Quizás por cierto sentido del pudor no le preguntamos la edad, aunque al comentarnos que hace 21 años que trabaja allí calculamos que debe tener 35 o poco más. Nuestra presencia no parece importunarlo. Sigue introduciendo en la boca hojas de coca. "¿Tiene hijos, don Mateo?". Nos mira asombrado por la pregunta y casi ni nos contesta. El guía rápido nos explica que "suelen tener muchos, ¿por qué otra razón, si no, uno trabajaría en la mina?". Le dejamos la última bolsa de coca y bebidas y emprendemos el camino de regreso.
"Vine meses atrás con una amiga – me explica Rocío, nuestra anfitriona en Sucre –. Y nos cruzamos con dos chicos de unos diez años... no pudimos evitar de llorar al ver el estado en que estaban".
Salimos al aire libre y es casi un alivio. Tengo la sensación de haber visto la antesala del infierno. ¿Cuántas habrá en todo el mundo? ¿En cuántos otros lugares como éste se mide la "vida util" de un ser humano? "El gobierno quiere cambiar todo esto, y evitar que la gente pase su vida en la mina – comenta el guía –. Pues me pregunto entones de qué vivrán las familias de estos 15 mil mineros". Pagamos con gusto la tarifa de la visita, de la que una parte va a la cooperativa de mineros que explotan la mina donde se extrae plata, estaño, cobre...
Volvemos a nuestras cosas con un sabor amargo en la boca, y no es por el aire que respiramos. Desde hace 500 años el sistema de extracción no ha cambiado mucho, de no ser por el uso de las vagonetas, la dinamita y, en algún caso, los martillos pneumáticos... Se estima que a lo largo de cinco siglos en Potosí millones de personas han muerto trabajando en la mina.
Vuelve a la memoria "Metrópolis", la película de Fritz Lang, en la que hay una ciudad en la superficie que vive gracias al trabajo casi esclavo de los que están bajo bajo tierra. Si será urgente que ciertas cosas cambien en este mundo...