martes, 1 de febrero de 2011

Revoluciones en la era de internet

Una de las grandes paradojas de esta era de internet consiste en que si es cierto que los medios de comunicación, por cuestiones de intereses particulares o por respaldo a un determinado poder político,  están como nunca en condiciones de manipular la opinión pública o controlarla - basta considerar el gran juego de magia en vivo y en directo que feron los atentados del 11 de setiembre y todo lo que siguió -, por otro lado, como nunca en la red es posible conseguir aquella información que es constantemente negada o manipulada.
En esta época de redes sociales, de la comunicación en tiempo real, controlar a la opinión pública pues es fácil y al mismo tiempo imposible. Los casos de Tunez y, posiblemente, de Egipto están a la vista: incluso en una sociedad con bajos niveles de educación, la red ha sido clave para hacer de soporte a levantamientos populares en contra de regímens autoritarios y corruptos. Los regímens autoritarios, tienen en internet algo que socava su propias bases, porque son precisamente un gran espacio en el que la gente puede actuar con libertad y con menores posibilidades de ser condicionada. Por supuesto, toda herramiente depende siempre de cómo se la usa. Pero indudablemente, vivimos en una época en la que la velocidad de difusión de estos medios es tal que incluso pocas personas pueden influir mucho. No es casualidad que China, Myanmar, Corea del Norte y Cuba restringen notablemente el acceso a internet. Y Siria lo está haciendo con facebook. El temor es mucho.
Aunque el papel más importante lo siguen jugando los grandes medios de comunicación, es decir, los productores de culturas masivas, en épocas críticas la iniciativa espontánea, cuando alcanza niveles de exasperación, como ahora en el norte de Africa, encuentra sus propios caminos alternativos.
Esto parece explicar porqué quien pretende controlar una sociedad necesita también de herramientas económicas y mediáticas. Las primeras son necesarias para no crear situaciones que puedan derivar en estallidos sociales, las segundas para inducir tendencias, apagar inquietudes, en definitiva ablandar las conciencias mediante productos cautivantes que obligan a la gente en su casa: Gran hermano, entretenimiento cada vez más urticantes, el chusmerío de los reality show y de las soap opera, etc.. En este sentido, se comprende el fenómeno de la permanencia en el poder del jefe de gobierno de Italia, Silvio Berlusconi, un viejo sátrapa obsesionado con las mujeres que ya no logra controlar su tendencia, con investigaciones gravísimas y condenas que ha evitado sólo gracias a oportunas prescipciones de la pena modificadas ad hoc. En cualquier otra potencia que pretenda frecuentar el selecto grupo de los más poderosos del planeta, desde hacía tiempo habría tenido que renunciar. Sin embargo, la opinión pública no ha alcanzado el nivel de saturación debido a que no existen problemas sociales explosivos (aunque, sí, situaciones de crisis), y también gracias a un control mediáticos que desde unos 30 años ablanda las conciencias de la gente encerrándolas en sus ámbitos privados.
El gran problema de la era de internet, no paren ser  tanto las redes y sus efectos en la gente. Sino que sigue siendo el efecto de los grandes medios, el mainstream mediático, y su gran capacidad de persuasion. Es allí que la ciudadanía debe librar una gran batalla para reapropiarse de la calidad de estos productos y de los tiempos que ellos insumen en la vida cotidiana limitándolos a niveles racionales.

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