El nuevo
contexto en el que este mes de setiembre se realiza la visita Papa Bergoglio. La
normalización de las relaciones con Washington, los vínculos con el
resto de América latina, los cambios en la economía y las
libertades democráticas.
El
contexto en el que este mes se realizará una nueva visita de un Papa
a Cuba, la tercera en 17 años, será completamente distinto a las
dos anteriores. Quizás el dato más relevante, imprevisible tanto en
oportunidad de la visita de Juan Pablo II, en 1998, como en ocasión
del viaje de Benedicto XVI, en 2012, es el de las normalizaciones de
las relaciones diplomáticas entre con los Estados Unidos.
La
crónica de estos meses, desde que el pasado 17 de diciembre, ya
conocido como el 17 D, registró pasos importantes: la reapertura de
las respectivas embajadas, el 20 de julio, al levantamiento de
algunas de las sanciones por parte de Washington, permitiendo el
envío a la isla de remesas más cuantiosas de los cubanos que viven
en los Estados Unidos, a la cancelación de Cuba de la lista de
patrocinadores del terrorismo.
Faltan
todavía dos puntos importantes para una completa normalización de
las relaciones: el levantamiento del embargo (en Cuba conocido como
"bloqueo") y la devolución de la base de Guantánamo.
El
presidente Barack Obama basa su iniciativa de normalización de las
relaciones bilaterales en la admisión de que el embargo ha sido un
fracaso. En efecto, es improbable que alguien pueda cuestionar
seriamente este dato de la realidad. Sin embargo, Obama deberá
vencer las resistencias de la oposición republicana en el Congreso,
debido a que el embargo tiene forma de leyes y el oficialismo ha
perdido hace tiempo la mayoría enel Legislativo. Los republicanos,
entre ellos Marco Rubio, precandidato a la presidencia de origen
cubano, se mantienen fieles a la influyente comunidad cubana, sobre
todos los nacidos en la isla, que se opone al levantamiento de las
restricciones sin obtener a cambio importantes reformas democráticas.
Se trata de sectores conservadores que representan hoy la mitad de
los cubanos, la otra mitad, a menudo jóvenes, apoya la apertura de
la Casa Blanca. Es posible que el camino intermedio de propuestas
bipartidistas, apoyadas por rapublicanos y el oficialismo demócrata,
pueda lograr el levantamiento del bloqueo, como el proyecto proyecto
de ley que autoriza el comercio con la isla pero sin el concurso de
recursos públicos.
También
el tema de Guantánamo es espinoso. Obama no ha podido cumplir con la
promesa de cerrar la cárcel en la que todavía se mantiene un
centenar de prisioneros indiciados por terrorismo. La gran mayoría
no ha recibido ninguna acusación formal y para ellos no existen
garantías jurídicas: no están bajo la ley civil ni la militar
estadounidense, lo que técnicamente los transforma en secuestrados,
para no usar la palabra "desaparecidos". La oposición
republicana y sectores vinculados al Pentágono se oponen al cierre
de la prisión y más aún a la devolución del enclave. Sin embargo,
esta aberración jurídica impide seriamente a la Casa Blanca encarar
con Cuba el tema de los derechos humanos en la isla y el trato a los
disidentes políticos.
En estos
años también han cambiado las relaciones de Cuba con el resto de la
región. El gobierno de La Habana ha sido readmitido en la
Organización de Estados Americanos, de la que fue expulsada en 1962,
aunque no ha solicitado el reingreso. Desde hace años la Asamblea
General de la ONU vota a favor del levantamiento del embargo. El país
es miembro de varios espacios de integración regional y es sede y
garante del proceso de paz en Colombia. Cuba ha participado
activamente en la lucha contra el letal virus ébola, haciendo lo que
nadie se animó a hacer: enviar a África Oriental un contingente
sanitario para detener desde allí la epidemia. Varios países, entre
ellos Brasil y Venezuela, agradecen el envío de miles de médicos
cubanos a sus territorios, a menudo en zonas periféricas y para nada
ambicionadas por los profesionales locales. Un sistema que quizás ha
ofrecido alguna mejor condición de trabajo a los cubanos y al
gobierno de la isla el ingreso de dólares siempre necesarios.
Son
circunstancias que el Papa Bergoglio conoce bien y que es muy posible
que pesarán en las conversaciones con las autoridades cubanas.
Las
reformas realizadas por el gobierno, tanto en el plano democrático,
como en el económico son sin duda tímidas. Y lo son en especial
para los que en Cuba anhelan que se produzca un viraje sustancial.
Sin embargo, parece difícil que se produzca un viraje espectacular
en el corto plazo. Desde hace tiempo, el régimen admite ineficiencias
e incapacidad en la gestión de una economía centralizada, pero no
el fracaso de la revolución. Está muy presente, además, la
experiencia de Rusia donde el pasaje del comunismo a una democracia
liberal fue traumático y llevó al país al borde del colapso.
A su
vez, años de colectivismo han desalentado, con pocas excepciones, el
espíritu de emprendimiento, narcotizando tras el estatalismo el
desarrollo de la sociedad civil. En las recientes elecciones
legislativas, aparecieron los primeros dos candidatos disidentes, los
que sin embargo no obtuvieron los votos suficientes. "La gente
no tiene muchas ganas de cambios", comentó el resultado uno de
los dos.
Por otro
lado, si los Estados Unidos ahora han dejado de ser la explicación
de todo problema, también la Iglesia puede transformarse en aliada
en este complejo proceso de cambio, sobre todo si abren espacios para
la sociedad civil.
En estos
años se ha hablado, y mucho, de Cuba pero siempre fuera de la isla.
Quizás se aproxima el tiempo de una discusión sobre el futuro de su
país entre los propios cubanos.
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