martes, 1 de septiembre de 2015

Nuevos tiempos para Cuba

El nuevo contexto en el que este mes de setiembre se realiza la visita Papa Bergoglio. La normalización de las relaciones con Washington, los vínculos con el resto de América latina, los cambios en la economía y las libertades democráticas.


El contexto en el que este mes se realizará una nueva visita de un Papa a Cuba, la tercera en 17 años, será completamente distinto a las dos anteriores. Quizás el dato más relevante, imprevisible tanto en oportunidad de la visita de Juan Pablo II, en 1998, como en ocasión del viaje de Benedicto XVI, en 2012, es el de las normalizaciones de las relaciones diplomáticas entre con los Estados Unidos.
La crónica de estos meses, desde que el pasado 17 de diciembre, ya conocido como el 17 D, registró pasos importantes: la reapertura de las respectivas embajadas, el 20 de julio, al levantamiento de algunas de las sanciones por parte de Washington, permitiendo el envío a la isla de remesas más cuantiosas de los cubanos que viven en los Estados Unidos, a la cancelación de Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo.
Faltan todavía dos puntos importantes para una completa normalización de las relaciones: el levantamiento del embargo (en Cuba conocido como "bloqueo") y la devolución de la base de Guantánamo.

El presidente Barack Obama basa su iniciativa de normalización de las relaciones bilaterales en la admisión de que el embargo ha sido un fracaso. En efecto, es improbable que alguien pueda cuestionar seriamente este dato de la realidad. Sin embargo, Obama deberá vencer las resistencias de la oposición republicana en el Congreso, debido a que el embargo tiene forma de leyes y el oficialismo ha perdido hace tiempo la mayoría enel Legislativo. Los republicanos, entre ellos Marco Rubio, precandidato a la presidencia de origen cubano, se mantienen fieles a la influyente comunidad cubana, sobre todos los nacidos en la isla, que se opone al levantamiento de las restricciones sin obtener a cambio importantes reformas democráticas. Se trata de sectores conservadores que representan hoy la mitad de los cubanos, la otra mitad, a menudo jóvenes, apoya la apertura de la Casa Blanca. Es posible que el camino intermedio de propuestas bipartidistas, apoyadas por rapublicanos y el oficialismo demócrata, pueda lograr el levantamiento del bloqueo, como el proyecto proyecto de ley que autoriza el comercio con la isla pero sin el concurso de recursos públicos.

También el tema de Guantánamo es espinoso. Obama no ha podido cumplir con la promesa de cerrar la cárcel en la que todavía se mantiene un centenar de prisioneros indiciados por terrorismo. La gran mayoría no ha recibido ninguna acusación formal y para ellos no existen garantías jurídicas: no están bajo la ley civil ni la militar estadounidense, lo que técnicamente los transforma en secuestrados, para no usar la palabra "desaparecidos". La oposición republicana y sectores vinculados al Pentágono se oponen al cierre de la prisión y más aún a la devolución del enclave. Sin embargo, esta aberración jurídica impide seriamente a la Casa Blanca encarar con Cuba el tema de los derechos humanos en la isla y el trato a los disidentes políticos.

En estos años también han cambiado las relaciones de Cuba con el resto de la región. El gobierno de La Habana ha sido readmitido en la Organización de Estados Americanos, de la que fue expulsada en 1962, aunque no ha solicitado el reingreso. Desde hace años la Asamblea General de la ONU vota a favor del levantamiento del embargo. El país es miembro de varios espacios de integración regional y es sede y garante del proceso de paz en Colombia. Cuba ha participado activamente en la lucha contra el letal virus ébola, haciendo lo que nadie se animó a hacer: enviar a África Oriental un contingente sanitario para detener desde allí la epidemia. Varios países, entre ellos Brasil y Venezuela, agradecen el envío de miles de médicos cubanos a sus territorios, a menudo en zonas periféricas y para nada ambicionadas por los profesionales locales. Un sistema que quizás ha ofrecido alguna mejor condición de trabajo a los cubanos y al gobierno de la isla el ingreso de dólares siempre necesarios.
Son circunstancias que el Papa Bergoglio conoce bien y que es muy posible que pesarán en las conversaciones con las autoridades cubanas.

Las reformas realizadas por el gobierno, tanto en el plano democrático, como en el económico son sin duda tímidas. Y lo son en especial para los que en Cuba anhelan que se produzca un viraje sustancial. Sin embargo, parece difícil que se produzca un viraje espectacular en el corto plazo. Desde hace tiempo, el régimen admite ineficiencias e incapacidad en la gestión de una economía centralizada, pero no el fracaso de la revolución. Está muy presente, además, la experiencia de Rusia donde el pasaje del comunismo a una democracia liberal fue traumático y llevó al país al borde del colapso.
A su vez, años de colectivismo han desalentado, con pocas excepciones, el espíritu de emprendimiento, narcotizando tras el estatalismo el desarrollo de la sociedad civil. En las recientes elecciones legislativas, aparecieron los primeros dos candidatos disidentes, los que sin embargo no obtuvieron los votos suficientes. "La gente no tiene muchas ganas de cambios", comentó el resultado uno de los dos.

Por otro lado, si los Estados Unidos ahora han dejado de ser la explicación de todo problema, también la Iglesia puede transformarse en aliada en este complejo proceso de cambio, sobre todo si abren espacios para la sociedad civil.

En estos años se ha hablado, y mucho, de Cuba pero siempre fuera de la isla. Quizás se aproxima el tiempo de una discusión sobre el futuro de su país entre los propios cubanos. 

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