No
ha aparecido todavía la clave para afrontar dos cuestiones que hoy
son una: la de los migrantes que intentan llegar al Viejo Continente,
y la ola de refugiados que huyen de los conflictos.
Las
imágenes dramáticas de la oleada de sirios tratando de ingresar a
Europa dieron la vuelta al mundo y sacudieron las conciencias de
muchos. Los gobiernos oscilaron entre la cerrazón, el inmovilismo y
el cálculo, mientras en la gente apareció una espontánea reacción
solidaria que llevó a muchos, en Austria y Alemania, a salir a
recibir a los refugiados con aplausos y alimentos, mientras el Papa
alentaba a la catolicidad a abrir incluso las puertas de parroquias,
conventos y casas religiosas (muchas vacías) para dar hospitalidad.
En
lo que va del año, 350.000 mil personas han tratado de ingresar a
Europa. Miles han muerto en el intento. Qué hacer es un tema que
divide a la opinión pública: hay quien calcula riesgos y costos y
quien apela a la solidaridad, como otras regiones del planeta lo han
hecho con los europeos en otros momentos de la historia. Una
solidaridad que está a la base de la verdadera identidad de la
Europa unida.
Migrantes
y refugiados
Hay
varios factores que se han conjugado en estas circunstancias. Al
flujo de migrantes que desde el sur del mundo buscan llegar a Europa,
se unió el de los desplazados por varios conflictos, en particular
el de Siria, pero también los de Iraq y Afganstán, Yemen, Sur de
Sudán, y otros estallidos en el Norte de África (Libia, Mali).
Desde
2004 y hasta 2010, intentaban ingresar a Europa entre 200.000 y
300.000 personas al año. Esa cantidad se incrementó desde 2011, al
estallar los conflictos en el Norte de África y Siria, hasta llegar
a 626.000 personas en 2014. Un tercio de este total proviene de
Siria, Iraq y Afganistán.
También
a comienzo de los noventa se produjo una oleada migratoria, sobre
todo desde el Este europeo, que alcanzó las 678.000 personas en
1992. Luego de algunos sacudones, la situación pudo ser manejada por
los gobiernos. Hoy la Unión Europea (UE) cuenta con 28 países y 508
millones de habitantes. Las cifras de 2014 representan el 0,12 % de
la población de la UE. Es difícil creer que uno de los bloques
económicamente más poderoso hoy no pueda responder a la emergencia
humanitaria, sabiendo que miles de personas murieron al enfrentar un
viaje riesgoso siendo a menudo presas y víctimas de traficantes de
personas.
Además,
es llamativo que países con economías mucho mas débiles, como
Líbano, Turquía y Jordania, ya hayan recibido a unos cuatro
millones de refugiados.
Ángela
Merkel, la jefa de Gobierno de Alemania, ha sido clave para sacar de
la inmovilidad a la UE. Su vice canciller llegó a mencionar la
posibilidad de permitir el ingreso de 500.000 sirios al año, durante
varios años. Actualmente, la UE está trabajando para repartir
160.000 personas ya llegadas en estos meses, pero no es fácil
superar la oposición de varios de los 28 miembros de la UE.
Uno
de los problemas es la ausencia hasta ahora de una política
coordinada en un bloque dividido sobre una cuestión que no es fácil
dirimir: abrirse o cerrarse.
Mitos,
populismos y demografía
Hay
grupos xenófobos y de derecha que se cierran tras visiones egoístas
y culturalmente retrógradas, como los temores por la identidad
europea, debido a que es islámica la gran parte de estos migrantes y
refugiados. Un argumento inconsistente, cuando se considera que la UE
es habitada por 508 millones de ciudadanos.
En
el medio aparecen mitos del tipo: no hay lugar para más gente, los
que llegan quitan el trabajo a los locales. El argumento en Italia se
desinfló ante los datos oficiales: el número de italianos que dejan
el país supera el de la llegada de migrantes. Respecto del trabajo,
amén de que es notorio que hay oficios que los europeos no desean
realizar, la Federación de la Industria Alemana estima que su
sistema productivo necesita de 800 000 trabajadores extranjeros.
La
presencia de estos trabajadores es importante también por un motivo
demográfico. La tasa de natalidad de los europeos es negativa frente
al incremento que registran las comunidades de extraeuropeos. Los
aportes de estos futuros trabajadores serán clave para garantizar la
viabilidad del costoso sistema de seguridad social.
Causas
y efectos
En
un capitalismo que parece alimentarse de la desigualdad, la gente
sigue las oportunidades allí donde se dirigen los flujos de dinero,
originando las migraciones. En el largo plazo, la alternativa es
fomentar el desarrollo de las países pobres. Para eso es necesario
cambiar las relaciones de intercambio fuertemente a favor de los más
ricos. El esquema colonial aplicado en varias regiones de África,
por ejemplo, nunca se ha ido y sigue frenando el desarrollo de muchos
países. Teóricamente, se ha fijado un aporte para la cooperación
del 0,7 % del PBI, pero son pocos los países ricos que cumplen con
este compromiso.
En
el corto plazo, el recurso político más importante sería el de
actuar políticamente para frenar los conflictos armados que están
provocando esta emergencia. Sin embargo, hay una gran cortina
mediática que oculta que Francia, Reino Unido, los Estados Unidos y
las monarquías del Golfo han impulsado varios de estos conflictos,
cuyo principal efecto (o estrategia) ha sido el caos. Directa o
indirectamente, figuras como Hillary Clinton, el general Wesley
Clark, Henry Kissinger, admitieron que para desestabilizar los
gobiernos de Libia y Siria se ha recurrido a grupos terroristas, cuyo
“control” ha escapado de las manos, convirtiendo estos
territorios en campos de entrenamiento para mercenarios y fanáticos.
Hay
que detener esta “tercera guerra mundial” que se desarrolla por
pedazos, como la ha definido el Papa.
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