Dilma
Rousseff obtuvo un segundo mandato luego de una dura campaña
electoral en la que pocos explicaron cómo afrontarían los problemas
del país. Ganó la continuidad de una gestión exitosa en lo social.
Un
primer dato que se recaba del resultado electoral del pasado 26 de
octubre, en el que la presidenta Dilma Rousseff obtuvo su segundo
mandato, es la consagración de la continuidad de una política con
fuerte acento en la inclusión social. Una continuidad que no ha
flaqueado incluso en los últimos años de estancamiento de la
economía brasileña y que ha permitido sacar de la pobreza a 36
millones de ciudadanos. La segunda observación es que se trató de
una victoria por un margen estrecho, apenas tres puntos, sobre un
caudal de 146 millones de electores.
A nivel
macroeconómico el país esgrime avances importantes, una tasa de
inflación en torno al 6 por ciento, que preocupa pero que es
controlable. En estos años, la deuda pública se ha reducido y hoy
representa casi el 36% del PBI, mientras que las reservas se han
multiplicado por diez desde la gestión de Lula, alcanzando hoy los
376.000 millones de dólares. Recién el año pasado la balanza
comercial registró un déficit, exportaciones e importanciones
rondan los 200.000 millones de dólares.
Sin
embargo, a lo largo de la durísima campaña electora, en varias
oportunidades Dilma apareció superada en los sondeos sobre la
segunda vuelta por sus adversario. Recién pocos días antes del
balotaje la presidenta volvió a liderar los sondeos, hasta confirmar
una ventaja que, dado el caudal brasileño de 146 millones de
votantes, debe considerarse muy ajustada. ¿Cómo explicar este
fenómeno pese a un capital político tan contundente?
Acaso
conviene tener presente la poca tendencia de la mayoría de los
ciudadanos a involucrarse en los temas políticos. En junio de 2013,
una fecha bisagra para la vida política del país, causó mucho
asombro que en el medio de las protestas contra los aumentos del
boleto del transporte público, la corrupción y la mala calidad de
la salud y la educación, las redes sociales lograran convocar a cien
mil manifestantes en Sao Paulo. Hacía varias décadas que no se
verificaba una concurrencia tan numerosa en términos relativos, si
se considera que en octubre el acto de cierre de la campaña
electoral del Frente Amplio en Montevideo, país de algo más de 3
millones de habitantes, reunió a 300 mil personas.
El
gobierno quedó bastante golpeado políticamente por una protesta
proveniente a menudo desde sectores que recientemente han ingresado a
la clase media y que reclaman servicios de mejor calidad y salir de
los esquemas de la vieja política al servicio de intereses
particulares. Los casos más resonantes de corrupción han
involucrado constantemente a figuras del PT, dañando su imagen.
La
fiesta que debió ser el mundial de fútbol, fue arruinada por la
catastrófica performance del seleccionado verde-amarelo y también
por el fracaso del plan de infraestructura que se transformó en
gastos estratosféricos, realizados parcialmente y hasta mal,
generando protesta social por el desplazamiento de gente asentada en
las zonas donde se han realizado parte de las obras.
La
meteórica aparición de Marina Silva, supuso un vendaval político
que revolvió un escenario que hasta ese momento indicaba una
constante ventaja de Dilma sobre Aecio Neves. La ambientalista y co
fundadora con Lula del Pt, el partido de Rousseff, asumió la
candidatura a la presidencia en lugar del líder socialista Educardo
Campos, fallecido en un accidente aéreo. El mensaje de la
ambientalista, fuertemente cargado de valores éticos, quedó
deslucido ante los ataques permanentes y las chicanas políticas, que
abundaron en el primer turno como en el segundo. La presencia de la
ambientalista supuso una crítica desde la propia izquierda al
pragmatismo del PT, pero también, como explica la analista Eliane
Brum, la confrontación entre dos "Brasiles": el que
representa Lula, es decir, el de los pobres que migran a las grandes
ciudades en busca de ascenso social y el de Marina, expresión de los
pobres que quieren seguir viviendo en la selva amazónica, donde se
sienten amenazados por una cultura que transforma esta área forestada
en commodities, más que una forma de vida que asegura
sustento y equilibrio ambiental. Marina no pudo o no supo convencer
acerca de su alternativa quedando relegada en un 20 por ciento en la
primera vuelta, incluso apareció poco su discurso ambientalista, en
una campaña plagada de acusaciones y descalificaciones. El
electorado premió acaso dos figuras más asertivas, Aecio Neves y la
actual presidenta, sin que éstos afrontaran los nudos del país en
medio de un debate cada vez más polarizado: pobres contra ricos, sur
contra norte y nordeste. El mensaje conciliador de Dilma la noche de
su elección y también el de su adversario reflejan precisamente la
necesidad de bajar el insólito nivel de confrontación alcanzado.
Queda
claro, como señala agudamente Eliane Brum, que se llegó "al
día después sin que el futuro haya sido de hecho discutido".
La agenda golpea a la puerta con perentoria urgencia: la ciudad de
Sao Paulo vive una emergencia ambiental inédita, pues carece de
agua. La deforestación, que nunca fue un tema de agenda para Dilma,
ha retomado un ritmo sostenido y amenaza la selva Amazónica, área
clave por su rol en el equilibrio ambiental del país. Otra tarea
clave será la de reformar un sistema electoral que permite una
elevada fragmentación, 28 partidos en el Congreso, que en base a sus
alianzas pueden lograr una representatividad que no guarda relación
con los sufragios recibidos. También un ferviente aliado del
gobierno, como el teólogo Leonardo Boff, identifica asignaturas
pendientes como la corrupción, la reforma tributaria y agraria, la
calidad de salud, transporte y educación.
En el
plano regional, Brasil no ha desplegado todavía su rol de líder,
soslayando que si eso implica ventajas, también supone desventajas.
¿Cambiará su política exterior? La región guarda a este coloso
expectante de sus decisiones.
Dilma
prometió ser mejor presidenta que durante los primeros cuatro años.
Lograrlo sin cambios profundos y sin incorporar parte del mensaje que
la oposición ha dirigido al PT será bastante difícil. Ya no es
tiempo de cheques en blanco.
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