miércoles, 1 de agosto de 2012

Raíces que unen


En la historia del pensamiento latinoamericano hay abundante material sobre la fraternidad vista desde la perspectiva política. Hablamos de ello con el prof. Domingo Ighina, autor del libro: “La brasa bajo la ceniza”, editado por el Grupo Editorial Ciudad Nueva.

Licenciado y Doctor en Letras Modernas de la Universidad de Córdoba, el profesor Domingo Ighina es miembro de la Red Universitaria para el Estudio de la Fraternidad (RUEF) que se dedica a investigar la fraternidad como categoría política. Recientemente ha publicado el libro “La Brasa bajo la ceniza, La Fraternidad en el pensamiento de la integración latinoamericana” que ahonda precisamente en una gran riqueza de material poco conocido que habla del espíritu con el que se ha forjado la región.

¿Por qué es necesario hablar hoy de la fraternidad?
Porque, sobre todo en Occidente, se ha llegado a un punto en que ciertos desarrollos políticos están llevando a prácticas no menos violentas que las que hemos vivido a lo largo del siglo XX. La fraternidad me parece un principio político que puede construir una sociedad basada en la solidaridad fundada, a su vez, en la idea de que compartimos un mismo origen y un mismo futuro construido como hermanos. Creo que nos permite renovar el viejo y tan querido humanismo.

¿Se puede decir que la fraternidad les da contenidos y límites a los principios de libertad e igualdad?
Es una premisa teórica muy interesante de sostener. Sin la fraternidad, la condición de igualdad podría ser entendida como algo externo, una imposición autoritaria que nos llevaría a sentir, más que igualdad con el otro, opresión. Regímenes como, por ejemplo, el estalinismo de la Unión Soviética, que es una perversión del socialismo, intentó implantar esta idea de la igualdad privada de la fraternidad y malversándola en su principio de construcción de hermandad. Igualmente el liberalismo más craso, al olvidar cualquier tipo de relación de igualdad y también malversa el principio de libertad. Olvidó y ocultó el de fraternidad que es el que exige que la libertad no se convierta en mero egoísmo. Muchas de las sociedades occidentales contemporáneas apuestan a la idea de la libertad como un mero egoísmo individualista. La fraternidad aparece pues como un principio regulador de los otros dos y su fundamento. En América latina, con todos nuestros límites, la fraternidad apareció y desapareció una y otra vez  planteando esta idea equilibradora. No todas las  experiencias fueron felices, pero igualmente algo tenemos para decir al respecto.

En el libro usted refiere que tuvo que limitar la mención de autores por la abundancia de textos. Uno pensaría que de la fraternidad se ha hablado mucho en Europa...
Sí, entre nosotros ha penetrado mucho en el pensamiento y en las prácticas cotidianas. Creo que llegamos a un momento en el que los latinoamericanos nos sentimos justamente tales y por lo tanto con un principio fuerte y activo de hermandad activo en todo el continente. Por supuesto hay limitaciones y excepciones, se puede discutir hasta dónde esta fraternidad llega en la práctica cotidiana y en el pensamiento. Pero está, subyace, y hoy por ejemplo orienta ciertas prácticas de los Estados nacionales. Creo que la actual armonía entre los presidentes sudamericanos es fruto de esta conciencia.
Se suele pensar que la fraternidad es una suerte de herencia colonial, por la común religión cristiana, la lengua española o por una familia de lenguas como el portugués y el español, o el francés y el creole en el caso de Haití, etc. En realidad, durante los regímenes coloniales las potencias siempre pensaron a sus colonias americanas en términos separatistas e individualistas y entre sí, me refiero a Portugal y España, se peleaban a través del Río de la Plata y Brasil. Por ejemplo, desde España se impedía el contacto entre el Virreinato del Río de la Plata y el del Perú. El centralismo económico impedía esta comunicación. La idea de fraternidad entre nosotros empieza a construirse con la emancipación, se empieza a pensar que esta América heredada de los regímenes europeos se ha forjado como una entidad autónoma, que se identifica a sí misma con una historia común.

Este espíritu en sus comienzos, se diría que impulsa la integración latinoamericana.
Lo más evidente es esta fuerte identidad que hace pensar que los latinoamericanos son hermanos y que puedan unirse y seguir construyendo juntos una comunidad, que de hecho no ha cesado a pesar de proceder con lentitud. La idea de una comunidad, de una fraternidad latinoamericana, surge con nuestros independentistas. San Martín y Bolívar se  encontraron en Guayaquil y, a pesar de cualquier mito, se entendieron políticamente y  resolvieron, mirando al continente, cómo tenía que seguir la emancipación. Nuestra independencia se pensó en conjunto. De hecho, estalló al mismo tiempo y no porque los españoles fueron débiles de pronto, sino porque venía una corriente de pensamiento cuestionando el orden colonial visto como una problemática de todos los americanos, incorporando a indígenas, negros, y las diferentes castas. La tarea latinoamericana fue excepcional porque no siguió ningún modelo.

¿Se esperaba encontrar tanto material?
No. En los materiales que yo venía trabajando –el pensamiento de Simón Bolívar y de un precursor de la independencia, un jesuita llamado Juan Pablo Vizcardo y Guzmán–, me encontré que se hablaba de los hermanos americanos, de la hermandad de los pueblos.
Fue un hallazgo encontrar la ausencia de la crítica sobre el tema y, al mismo tiempo, una gran cantidad de textos que, durante 200 años, han pensado directa o indirectamente la fraternidad.

¿Qué praxis señalaría como inspiradas en la fraternidad?
Un ejemplo interesante es el de las comunidades indígenas del sur de México que se han organizado para autogobernarse, sin cortar con las obligaciones de las instituciones mexicanas. No se representan a sí mismas a partir de la imposición de identidad, sino pensándose como hermanos de los indígenas y también de los mexicanos, los latinoamericanos y todos los hombres en general. Otro ejemplo son los movimientos populares latinoamericanos surgidos en los últimos 50 años. Me parece que ahí se encuentra ese equilibrio que aporta la fraternidad a los principios de libertad e igualdad. 

Nota: la entrevista fue realizada en el programa de radio “Ciudad nueva” del 25 de mayo de 2012 que se puede escuchar en www.ciudadnueva.org.ar

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