sábado, 3 de julio de 2010

Corrupción: faltan sentencias

En la Argentina no faltan denuncias por corrupción, investigaciones y procesamientos. Lo que faltan son sentencias que castiguen a los culpables. La secuela de episodios resonantes, con detalladas investigaciones, incluidas las cámaras ocultas de los medios de comunicación, alcanza a funcionarios de todos los niveles, desde empleados ministeriales hasta ex presidentes, pasando por concejales y demás.
La corrupción no es una novedad. Tuvimos una década calificada por muchos como poco transparente, la de los noventa: los “gastos reservados” transformados en ingresos particulares, las privatizaciones, los canjes de la deuda sospechados de favorecer a consultoras y funcionarios, el episodio de la “Banelco” por la nueva ley laboral que ensombreció el arranque del gobierno de la Alianza, encabezado por Fernando de la Rúa.
El problema no se limita al ámbito político. Una fuente del Poder Judicial, a título de ejemplo, mencionó a Cn revista una empresa de renombre vinculada con contrabandos de autos bajo secuestro judicial, y los “arreglos” en las licitaciones públicas. Otro dato más que inquietante es la frecuencia con que las propias fuerzas de seguridad aparecen vinculadas con el entramado delictivo. Sin olvidar la tan mentada viveza criolla, a menudo especialista en buscar “atajos” a la ley. En fin, en la Argentina tenemos un problema serio vinculado a la ética y la moral. No es posible abarcar en estas líneas una problemática tan compleja, por lo tanto, volveremos al tema desde diferentes enfoques en próximas entregas. Esta vez nos ocupa la independencia del Poder Judicial.
Un círculo vicioso
El poder político, en un sistema como el nuestro, tiene capacidad de condicionar a la Justicia. “El círculo en algunos casos es perfecto – comentó a Cn revista la ya citada fuente del Poder Judicial– porque el poder político ampara a la fuerza policial vinculada con el delito. Ésta libera zonas o cobra una tarifa a la actividad ilegal o ilícita, y jueces complacientes o fiscales inactivos traban luego la investigación”. La más reciente sentencia ha sido la del llamado “robo del siglo” al Banco Río de Acassuso, cuyos responsables recibieron penas de entre 9 y 15 años de prisión. Los que conocen a fondo el ambiente no dudan en coincidir en que “no tenían protección política”.
Es difícil probar estos delitos? “La investigación en sí no es para nada complicada –comenta un magistrado–, hay delitos que con investigaciones muy sencillas se pueden probar”. Y cita el caso de una cárcel en la que  entre los alimentos para los detenidos se encontraron restos de carne tipo D (no apta para consumo humano), pero que fue adquirida a precios de carne de exportación. “¿Cree que es difícil determinar quién hizo las compras y quién entregó la carne? Una justicia independiente –concluye– llegaría con muy poco trabajo a reunir las pruebas necesarias”.
La afirmación incluye una indicación grave: el sistema penitenciario argentino es un ámbito importante de corrupción, desde la construcción edilicia hasta la comida, los medicamentos y los favores. Todo parece tener precio en un sistema denunciado por las Naciones Unidas por las constantes violaciones a los derechos humanos, sobre todo en las provincias de Mendoza y Buenos Aires. “¿Por qué cree que hay torturas en las cárceles?”, inquiere la fuente consultada. “¿Para que hablen? No, en todo caso eso sucedería en las comisarías. Es por lo contrario: para que no hablen. Los encarcelados para algunos son un negocio”. 
El profesor Daniel Sabsay, abogado y constitucionalista, se refirió a la gravedad del tema:  “Los organismos específicos de investigación como el Ministerio público y la Oficina Anticorrupción han sido enormemente debilitados. Manuel Garrido renunció a la Fiscalía de Investigaciones Administrativas porque no lo dejaban investigar y porque el Procurador general, Esteban Righi, había limitado enormemente sus posibilidades de actuación. Por lo tanto, lejos de apoyar las investigaciones, se entendía que existía un pacto de impunidad. En la Oficina Anticorrupción ha pasado algo similar. En la Justicia Federal, en la Justicia en lo Penal y Económico, muchos jueces carecen de la independencia o del apoyo necesarios para llevar a cabo la recolección de las pruebas y las pericias. La independencia del Poder Judicial y de los organismos de control es clave. Si no se garantiza, y es tarea fundamental del Ejecutivo, no podrá luchar contra la corrupción”.
Para Sabsay es un problema recurrente en nuestra historia, aunque señala que hay etapas en que se acentúa y otras en las que se trata de buscar soluciones. “En este momento –agrega– creo que el problema se ve más agudizado”. ¿Reformar la Constitución podría ser parte de la solución? “El inconveniente mayor radica en el modo de aplicar la Constitución. El primer problema grave es el Consejo de la Magistratura, que ya de por sí, como organismo, es muy cuestionable. Desde que se hizo la modificación en 2006 y se aseguró una presencia determinante para el oficialismo, encontramos una enorme dificultad para que los jueces puedan actuar de manera independiente, sobre todo en las cuestiones que eventualmente comprometen la responsabilidad de los funcionarios”, dice el constitucionalista. 
¿Cómo afrontar el problema? “Siempre trato de ser optimista –prosigue– pero tampoco puedo mirar para otro lado. La situación es muy grave. Creo que la ciudadanía tiene que actuar tanto apoyando a las organizaciones no gubernamentales que trabajan a sol y sombra para que esta situación cambie y también premiando o castigando a aquellos funcionarios y candidatos que tienen (o no) el compromiso de luchar contra la corrupción”.  
Sobre este último punto coincide el fiscal Fernando Domínguez, de la Fiscalía 4 de San Martín, provincia de Buenos Aires. El funcionario, que conoce muy bien la realidad del conurbano, opina que el número de delitos, luego de un pico en 2001, está disminuyendo. “Según el sociólogo Ricardo Sidicaro –agrega– vivimos en sociedades muy participativas. Hoy la gente reclama justicia, organiza manifestaciones. Quizá lo hace de manera aún desorganizada e inorgánica, desordenada. Pero la participación ciudadana existe. En el área de los derechos humanos ha permitido no bajar la guardia, y hoy los represores de la dictadura militar están siendo juzgados. Participan democratizando las instituciones, controlando a los organismos de investigación y a las fuerzas policiales. Los gérmenes se reproducen en la oscuridad y el entramado empieza a desenmascararse iluminando, poniendo en conocimiento de la ciudadanía lo que sucede, haciendo funcionar nuestro sistema republicano”.

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