martes, 1 de julio de 2014

Entre halcones y palomas


Si bien la iniciativa de Francisco de orar por la paz en Tierra Santa entre israelíes y palestinos tuvo un carácter espiritual, es imposible no analizar también su perfil político.


Jorge Mario Bergoglio ha dado sobrados ejemplos de gran capacidad de operar políticamente como para no considerar aspectos que, acaso, habrá tenido en cuenta.

Uno de ellos guarda relación con las circunstancias que parecían sugerir una intervención: el proceso de paz casi impuesto a la fuerza por Washington se encuentra estancado y sin que la diplomacia norteamericana parezca dotada de creatividad y autoridad moral indispensables para proyectar escenarios posibles. Estigmatizar a Hamas como grupo terrorista en Gaza, para luego apoyar el terrorismo en Siria, no parece ser la actitud más apropiada para un mediador de paz.

A su vez, pocos días antes del viaje a Tierra Santa del Papa, a fines de mayo, tomaba forma la reconciliación entre las facciones palestinas de Hamas y Fatah, que había llevado a la virtual partición de Palestina. Siete años atrás, el enfrentamiento fue violento y terminó con Hamas administrando la Franja de Gaza, mientras que Fatah gobernaba en Cisjordania. De consolidarse, esta recobrada unidad política no podrá dar más nivel de representatividad al presidente palestino, Mahmud Abbas.

La invitación del Papa, además, se concretó un mes antes de que finalizara el mandato presidencial de Shimon Peres. Si bien el presidente de Israel cumple con roles más protocolares, pues la acción del Gobierno recae por completo bajo la responsabilidad del primer ministro, la presencia de Peres en los jardines vaticanos sitúa a un alto cargo del Estado israelí en una iniciativa de diálogo y apertura que contrasta con la línea dura del primer ministro, Benjamín Netanyahu. Bergoglio sabía que una invitación digirida al premier se habría encontrado con una negativa. De hecho, el silencio de Netanyahu respecto de la iniciativa vaticana fue más que elocuente.

¿Cómo se explica el contrapunto entre presidente y primer ministro? Precisamente por su función, Peres no arriesgaría el valor de la unidad nacional si no supiese que su postura es compartida por una importante sector de la ciudadanía. Lo cual abre un debate dentro del propio Israel: hasta qué punto el Ejecutivo puede asumirse la responsabilidad de no poner fin a un conflicto por el hecho de contar con una mayoría política que, por su naturaleza, es circunstancial.

El Papa actuó con notable tiempismo político. De hecho, el nuevo presidente de Israel, elegido en junio, Reuven Rivlin, comparte con Netanyahu no sólo la militancia en el conservador partido Likud, integrando su ala más derechista, sino también la política de ampliación de los asentamientos israelíes en territorio palestino y se opone a la formación de un Estado Palestino junto a Israel.

En efecto, si bien cualquier negociación difícilmente podrá evitar tratar con cierto pragmatismo la instalación de medio millón de colonos israelíes en territorio palestino, no hay otro punto de partida para el proceso de paz que la situación territorial previa a la Guerra de los Seis Días (1967), que asignaba a la administración de Jordania, en ese momento representante de los intereses palestinos, la Franja de Gaza y Cisjordania, además de la zona este de Jerusalén. Desde entonces, aunque con el sucesivo reconocimiento de la Autoridad Nacional Palestina, con limitados poderes y sin soberanía, la expansión de los asentamientos, que viola lo dispuesto por las ONU, y la creación de muros de hormigón han transformado el territorio en sectores aislados entre sí.

Poco les ha valido a los palestinos la postura intransigente de grupos como Hamas y Yihad Islámica, que incluso niegan el derecho a existir del Estado de Israel.

El Papa en esto ha sido categórico y claro: tiene derecho a existir imperturbado Israel, así como tiene derecho a ser un Estado soberano Palestina. Bergolio se ha detenido en oración ante el muro de hormigón que separa los sectores palestinos, como también lo ha hecho ante el monumento que recuerda las víctimas israelíes del terrorismo.

Otro factor que indican las circunstancias, es que la intransigencia de Hamas ya no puede contar con la ayuda de Irán o de Siria, que están reviendo su política exterior, al tiempo que hay muchas presiones para que abandone sus posturas radicalizadas. Su presencia en el gobierno palestino es un signo de este cambio, por más que eso provoque la irritación de Netanyahu, quien dijo no estar dispuesto a negociar con terroristas.

Sin embargo, no es muy realista pensar que desaparezca el grupo que ganó las últimas elecciones palestinas (2006). Su postura beligerante también tiene que ver con los abusos cometidos por el gobierno de Israel a los largo de estos años, con un uso desproporcionado de la fuerza e imponiendo con las armas criterios arbitrarios a las condiciones de vida de los palestinos. Una necesidad provocada por la constante inseguridad, se justifica desde Tel Aviv, pero que es cuestionada internacionalmente.

En este largo conflicto nadie está exento de culpas. Además, cabe recordar que en ambos lados hubo líderes que practicaron el terrorismo. Menahem Begin lo hizo durante el mandato británico y Yasser Arafat contra Israel. Eso no impidió que Begin fuera una figura clave para la paz con Egipto y que Arafat lograra transitar del terrorismo a la política. Ambos fueron galardonados con el Nobel de la Paz.

No sería extraño que los halcones más que las palomas terminen por firmar un acuerdo que ponga fin a 66 años de conflicto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario