Este domingo los colombianos tendrán que elegir entre seguir en el proceso de paz comenzado por el presidente Juan Manuel Santos o regresar a la opción militar de derrotar con las armas a la guerrilla de las FARC que plantea Osvar Iván Zuluaga.
A tres días de las elecciones presidenciales colombianas, los dos principales candidatos de una campaña fuertemente polémica, el actual presidente Juan Manuel Santos, y el opositor Oscar Iván Zuluaga se encuentran con las intenciones de voto prácticamente empatadas, en el 30 por ciento, mientras que los demás candidatos se estancan, lejos, sin superar el 10 por ciento.
Anoche, los cinco candidatos presidenciales participaron de un debate televisivo para debatir sus propuestas. Hubo duras acusaciones cruzadas entre Santos y Zuluaga. El primero acusó al candidato del Centro Democrático de querer boicotear el delicado proceso de paz con la guerrilla de las FARC, al haber contactado un hacker, hoy detenido, según muestra una grabación de video. Por su parte, el presidente fue acusado de haber recibido en 2010 dinero del narcotráfico para su campaña electoral.
El tema central de este debate es, en realidad, cómo Colombia debe afrontar su futuro inmediato, es decir cómo superar de una vez por todas casi medio siglo de conflicto interno y cómo seguir insertándose en el mundo, aprovechando una coyuntura que le es favorable.
Zuluaga es un economista con experiencia de gestión empresaria, de fuerte vinculación con el ex presidente Álvaro Uribe, como en su momento la tuvo el propio presidente Santos. Uribe representa la solución militar ante el conflicto con la guerrilla y se opone terminantemente al actual proceso de paz. Durante su gobierno, del que Santos fue ministro de Defensa, se pudieron asestar importantes golpes a la guerrilla y recuperar la libertad de trasladarse de una ciudad a otra, luego de años durante los cuales la ciudadanía vivió virtualmente sitiada por los insurgentes. Sin embargo, mantener esta opción militar seguían manteniendo el país en la lógica de un conflicto interno que sólo podrían acabar con la total derrota militar de los enemigos.
Durante su gestión, Uribe condujo el país hacia el aislamiento respecto de la región, con un alineamiento ideológico con la política de Washington. El enfrentamiento y la ruptura de relaciones con Venezuela fue muestra de ello.
Santos conocía muy bien las contrapartidas de estas políticas y optó por romper sus lazos con Uribe al asumir como presidente. Restableció lazos con Venezuela y el resto de la región, y tuvo la lucidez de considerar que una guerra, aún en el caso de ganarla, siempre supone víctimas y también atropellos, vencedores pero también vencidos. Con la ulterior complicación de que en un conflicto interno, todos estos actores y sus heridas abiertas comparten el mismo territorio y a menudo la misma comunidad. De ahí su opción por entablar negociaciones de paz con las FARC.
Lo asiste el convencimiento, que no es sólo el suyo sino también de muchos sectores económicos, de que el país tiene mucho que ganar si logra superar este conflicto, pudiendo incluso disputar a la Argentina el tercer lugar como economía más poderosa de América latina luego de Brasil y México, lo cual significa asegurar crecimiento y desarrollo para todo el país. Colombia sigue creciendo entre un 4 y un 5 por ciento anual y su PBI se acerca a los 450 mil millones de dólares, mientras que la Argentina se ha estancado, con un PBI cercano a los 650 mil millones de dólares.
No ha sido, ni será un proceso fácil. Las FARC están tratando de sacar todas las ventajas posibles, aprovechando de que, además, no se ha establecido una tregua militar durante las negociaciones. Los guerrilleros saben que el seguir en el conflicto no tiene futuro, pero necesitan asegurarse sus supervivencia política una vez depuestas las armas. Por eso mismo, las negociaciones se han prolongado más de la cuenta y en noviembre cumplirán dos años con resultados alcanzados sobre apenas la mitad de los puntos claves en discusión.
Sin embargo, es el equilibro entre la mejor paz posible y el precio de seguir en estado de guerra. La propuesta de Zuluaga, que coincide con la postura de Uribe, es la de borrar de un plumazo el proceso de paz y volver a la opción militar. Es la apuesta a la seguridad garantizada por la fuerzas armadas a los ciudadanos, sobre todo a los escépticos y adversarios de la ideología izquierdista de las FARC, que evidentemente cuenta con bastantes apoyos en la opinión pública.
Quizás haya jugado a favor de este empate, cierta debilidad en el liderazgo manifestada por Santos, sobre todo a la hora de utilizar más pedagogía para explicar a los colombianos los alcances y la importancia de optar por la paz y las oportunidades de desarrollo que implica poner fin al conflicto.
Dentro de tres días, posiblemente los colombianos estar eligiendo como nunca entre proyectarse hacia un futuro promisorio o regresar a un pasado que, al menos aparentemente, da mayor seguridad pese a las muchas incógnitas.
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