La resistencia de un puente a la carga no se mide sobre la base de
sus puntos fuertes, sino sobre los sectores más débiles. Este criterio
que conocen muy bien los ingenieros civiles es usado por Zygmunt Bauman
como metáfora para establecer el criterio de nuestra "ingeniería
social".
El grado de nuestra civilización está dado por nuestra preocupación
por los sectores menos protegidos y no viceversa. Debería ser una suerte
de permanente trabajo de ponerse en el lugar de quien es más débil para
comprender qué tipo de servicios debe brindar el Estado, cómo
intervenir para igualar en dignidad a los ciudadanos y de ese modo
cohesionar a la sociedad.
Nuestro gran déficit, lo señala reiteradamente la CEPAL, es la
cohesión social. A nivel latinoamericano, somos la región más desigual,
no la más pobre. A no olvidarlo, incluso cuando Europa comete el
garrafal error de encarar la tremenda crisis financiera que la azota sin
atacar la causa del mal: la desregulación financiera y el enorme poder
acumulado por bancos y entidades de la finanza, además del achicamiento
de la economía real.
No podemos presentarnos como los que han resuelto este problema...
legiones de pobres están ahí para recordarnos que estamos todavía en
camino y algunos años de crecimiento no pueden hacernos olvidar décadas
de atrasos. Falta un trecho grande todavía para garantizar la
continuidad y la sustentabilidad de un modelo que comienza recién a
diferenciarse del anterior. Lo cual no implica que un buen ejemplo no
sea un buen ejemplo. El tiempo dirá se habremos logrado afrontar el
núcleo duro de la pobreza que todavía nos desafía.
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