Las relaciones entre Irán y los Estados Unidos son tensas desde hace años. Es permanente la acusación por parte de Washington que han incluido el régimen iraní entre los "Estados canallas" acusados de financiar el terrorismo o de practicarlo. En estos años han sido numerosas las acusaciones de que Teherán quería producir armas nucleares. Acusación que incluso los mismos estadounidenses han modificado una y otra vez. Hace algo más de dos años la CIA anunciaba que Irán en un año podría llegar a poseer un arma nuclear... pero la verdad es que los expertos en la materia nunca han dado suficiente crédito a la acusación. Vale la pena leer el libro de Mohamed El Baradei, L'etá dell'inganno (la edad del engaño), publicado en Italia el año pasado donde precisamente relata la cuestión con un conocimiento cabal: estuvo a cargo de la Agencia de la ONU por la Energía Atómica (AIEA). Asimismo, el ex número dos de la ONU, Pino Arlacchi, desmitifica el peligro nuclear iraní en su La paura e l'inganno (el miedo y el engaño), Roma, 2008.
Por otro lado, el régimen iraní y su explosivo presidente Ahmadinejad no ha hecho mucho para mitigar la polémica con Washington, con declaraciones que sólo merecen el repudio, como la negación de la Shoá. Lo que sí es cierto, existe un fuerte enfrentamiento dentro del mundo islámico, entre shiitas y sunnitas, o para ser más exactos entre grupos que integran diferentes corrientes dentro del Islam, aunque su nivel de religiosidad es dudoso ya que el recurso de la violencia niega rotundamente los principios básicos del Corán. Sin duda, en este enfrentamiento juega un rol importante Irán, pero más que en clave antioccidental, en clave de rescate de ciertos sectores religiosos.
De todos modos, siendo así las cosas, y ante la mirada mundial hábilmente preparada a mantener una actitud prejuiciosa, es por lo menos dudoso que para preparar y planificar un atentado en territorio estadounidense se recurriera a una figura como Arbabsiar, con además antecedentes penales. Según admitieron los mismos medios de comunicación de los Estados Unidos, Arbabsiar era conocido en Chorpus Christi, Texas, “por ser un ridículo demente"; puede que por causa de una cuchillada sufrida en 1982 sufriera de un disturbio de la memoria reciente; perdía a menudo su celular; nunca encontraba el llavero; olvidaba a menudo portafolio y documentos; su ex socio dijo que era desorganizado para los negocios; cuando vendía autos usados olvidaba los documentos de los vehículos; no era un fundamentalista islámico chiita y no dio muestras de ser un religioso observante ya que tomaba en exceso, fumaba droga, al punto de ser echado de lugares públicos; todas sus actividades de negocio fracasaron.
No es la primera vez que supuestos atentados luego han revelado que eran organizados o por desequilibrados o por personas sospechosamente cercanas a los servicios de inteligencia.
Detrás de esta nueva crisis en las relaciones entre los dos países puede leerse una nueva tentativa de neutralizar uno de los últimos grandes proveedores de petróleo del planeta que no está bajo el control directo o indirecto de la potencia norteamericana. Lo están el resto de los países de Medio Oriente, en especial desde la ocupación de Irak. Ahora lo está Libia, la más importante reserva de África. Nigeria ya es partner comercial. Neutralizar Irán pasaría a ser un factor clave sobre todo en clave de tener bajo control prácticamente todas las fuentes de abastecimiento de China. Un poco como los teros, que emiten su verso en un lugar lejano del nido para despistar a sus depredadores, el verdadero objetivo hoy de Washington no es tanto Irán sino utilizar el talón de Aquiles de China, que es su dependencia energética, para frenar su crecimiento y su surgimiento como superpotencia global. Irán le vende a China anualmente crudo por unos 5 mil millones de dólares. China es el segundo importador de crudo del planeta (9 millones de barriles de crudo diario) y pronto se acercará a los Estados Unidos (12 millones de barriles diarios). Con la diferencia de que la población china es 4 veces la de los Estados Unidos. Por lo tanto, frenar este coloso en su desarrollo, significa evitar que pase a ser la primera economía planetaria y por lo tanto un nuevo foco de decisiones política en el contexto global.
Como a menudo sucede, la pregunta del millón es si una actitud distinta y negociadora, el diálogo y la colaboración en vista de intereses y desafíos comunes (recordemos que mientras tanto sigue vigente el desafío del cambio climático que aún no se ha decidido cómo enfrentar) no aportaría más resultados que el uso de la cachiporra a nivel internacional. Todo diría que sí. Pero evidentemente los intereses particulares (industrias de armamento, por ejemplo, o de los sectores energéticos) juegan un peso mayor que el del sentido común y la cordura. Por ahora.
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