Se sabe de los millones de barriles de petróleo derramados en el Golfo de México y de la magnitud del desastre en las costas de los Estados Unidos. Sin embargo, lo mismo sucede en el Delta del río Níger pero sin repercusiones mediáticas.
La opinión pública no se enterará de buena parte de las gestiones y cuestiones inherentes al gigantesco derrame de petróleo que se produjo a partir del 20 de abril en el Golfo de México. Ese día, una explosión en la plataforma de la petrolera BP, la Deepwater Horizon, mató a once personas al tiempo que un pozo ubicado a 1.500 metros de profundidad comenzó a verter su contenido en el mar. Durante semanas, la mancha de crudo se expandió, imparable, y recién en julio los técnicos pudieron controlar la situación. El modo poco transparente de actuar de compañías petroleras como BP quedó al descubierto. Se ignoraron medidas de seguridad, los intentos para resolver e problema fracasaban uno tras otro y la información sobre la entidad del derrame por parte de la compañía resultó ser falsa: en el mar penetraba a diario el doble del crudo declarado.
La imagen del presidente Barack Obama bramando furioso contra BP y dispuesto a “patear traseros” entre los dirigentes irresponsables e ineficientes pareció una sobreactuación a beneficio de los ciudadanos norteamericanos azorados ante la magnitud del desastre, de los trabajadores de la pesca de la costa de Louisiana y de las ONG ecologistas – que mueven muchos votos – irritadas ante el peor desastre ecológico de este tipo.
Sin embargo, Mr. Obama no puede confesar libremente que es uno de los beneficiados por los aportes de BP a las campañas electorales. Y tampoco puede admitir la embarazosa situación heredada de su predecesor George W. Bush, quien no bien instalado en la Casa Blanca contribuyó a diseñar un sistema que favorece los intereses de la compañías petroleras al dejar que ellas mismas inspiraran la reglamentación y el sistema de control sobre su actividad. Lo tuvo que admitir el Mineral Managemente Service, teniendo presente que además los sistemas de vigilancia y de control para evitar explosiones como la del 20 de abril están bajo la órbita del Instituto estadounidense del petróleo, organismo controlado por los representantes de empresas del ramo petrolero y gasífero.
En efecto, la decisión de los directivos de BP de poner a disposición 20 mil millones de dólares para costear los daños producidos debió haber sido fruto de sigilosos y no menos ocultos contactos entre la Casa Blanca y la empresa. Hay mucho silencio sobre la actividad de las petroleras, un silencio que el dinero puede comprar.
¿Qué pasa en África?
Si las cosas no estuvieran tal como están, se sabría que el desastre del Golfo de México no es el único ni el más grave que se conozca sino el que más atención mediática ha recibido. Del otro lado del Atlántico, en el Golfo de Guinea, más precisamente en el Delta del río Níger, se consuma un drama aún más grave. Los más de 600 pozos para la extracción del petróleo de varias compañías como BP y Shell y los oleoductos objeto de atentados, a menudo en malas condiciones, han contaminado gravemente la tierra y las fuentes de agua del subsuelo. La expectativa de vida de los pobladores de la zona es de apenas 40 años.
Para el escritor Ben Ikari, miembro del pueblo ogoni, “las compañías petroleras simplemente no hacen caso. A los legisladores (nigerianos) no les importa y la gente debe vivir con la contaminación a diario. Cuando veo los esfuerzos que se están realizando en los Estados Unidos, siento mucha tristeza por la doble moral. Lo que hacen allí o en Europa es muy diferente”. De hecho, la página web de BP informa sobre lo que se está haciendo en el Golfo de México pero no hace mención a lo que sucede en Nigeria.
Para Ben Amunwa, del observatorio petrolero Platform de Londres, en pocos años “los vertidos en alta mar en Nigeria han empequeñecido la magnitud de la catástrofe del Exxon Valdez por mucho. Las estimaciones ubican a los vertidos en el Delta del Níger entre los peores del planeta, sin tener en cuenta el petróleo de las aguas residuales y el venteo de gas (la quema de excesos de gas). Empresas como Shell siguen evitando el control independiente y mantienen datos clave bajo secreto”.
Pese a ser productor de petróleo, la escasez de gasolina es habitual en Nigeria. En 1998, cientos de personas se juntaron para reunir el goteo de combustible de un oleoducto dañado. La gente concurría con baldes y otros contenedores con la esperanza de vender luego el producto. Una chispa fue suficiente para que 1.500 personas murieran quemadas.
El petróleo nigeriano, por otro lado, no es indiferente para los Estados Unidos, puesto que en el Delta del Níger se extrae el 40% del crudo que importa el país norteamericano. Es decir, Nigeria tiene un valor estratégico y geopolítico tan alto como el de Iraq o Afganistán. Tal debe ser el motivo por el cual las periódicas denuncias de Amnistía Internacional y de otras organizaciones ambientalistas suelen caer en un saco roto.
Lo que acontece en el Delta del Niger no es una de las tantas historias olvidadas sino que es silenciada por intereses muy poderosos. El primer paso para cambiar esta situación consiste en romper el muro de silencio.
A parte
Una venta sospechosa
¿Cuándo comenzó el derrame de petróleo en el Golfo de México? La financiera Goldman Sachs, en los primeros meses de 2010, se liberó de gran parte de las acciones de la petrolera BP. Sin embargo, Peter Sutherland, director no operativo de Goldman Sachs Internacional, subsidiaria de la financiera, fue presidente de BP hasta 2009. La venta de acciones por 270 millones de dólares, ante el derrumbe de las cotizaciones por el derrame, evitó perder el 36% de su valor.