lunes, 19 de abril de 2010

El peligro no es nuclear


El tratado Start y la cumbre antinuclear realizada en Washington han instalado el tema de las armas nucleares. Pero el verdadero problema lo constituyen los arsenales convencionales.

En un esfuerzo para recomponer su imagen y su liderazgo, el presidente Barack Obama ha logrado instalar en la opinión pública internacional el tema del desarme nuclear. El nuevo acuerdo START alcanzando en abril con Rusia sobre la limitación de las cabezas nucleares, y la poterior cumbre contra la proliferación de armas atómicas, a la que han participaron 47 países, fueron dos exitos desde el punto de vista de la imagen de la Casa Blanca.
El acuerdo START, fijó en 1.550 el techo de bombas nucleares activas para las dos potencias. Y en la mencionada cumbre, Obama suscitó consensos para frenar la proliferación de armas nucleares.
Estos resultados evitan a Obama una crisis de crediblidad personal, ya que sin iniciativas concretas difícilmente habría podido justificar ser un Premio Nobel de la Paz. Máxime si pensamos que su gobierno se encuentra involucrado en dos estancados conflictos que es cada vez más difícil justificar, en Irak y Afghanistán. Además de su valor intrínseco, estos éxitos también tendrán un peso interno en caso de una campaña electoral para la reelección.

¿Tema prioritario?
Pero que sea necesario avanzar en el desarme nuclear, no significa que para la paz sea éste el tema más prioritario. En otro artículo, destacamos cómo desde la caída del Muro de Berlín, hemos ingresado en una etapa en la que los conflictos entre Estados se han reducido sensiblemente (cfr. Cn revista, número de abril, ¿Tiempos menos violentos?). El factor clave al respecto parece haber sido el avance de la democracia y del desarrollo en muchos países. Pero sin duda para avanzar en materia de paz sería necesaria una reducción radical de las armas convencionales y la limitación de su comercio.
En efectos, desde el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, en 1945, nunca más se usaron armas nucleares en una guerra. En cambio, las producción de armas comunes sigue absorbiendo grandes sumas, unos 1,5 billones de dólares anuales. El mayor gasto mundial en defensa es el de los Estados Unidos que es igual al presupuesto de todo el resto de los países, y 10 veces superior al gasto militar de China, el segundo a escala mundial.
Por otro lado, aunque se limite su número, las cabezas atómicas existente son suficientes para destruir varias veces el planeta. A su vez, no hay que soslayar el peso político del lobby que conforman las industrias de tecnología militar, que es importante también en términos de empleo. Hoy hasta la inocente Apple cuenta con productos de uso militar.

Terrorismo y armas atómicas

El discurso oficial sobre el riesgo de las armas nucleares, además, contiene una cantidad de inexactitudes que no pueden ser fruto de errores o ingenuidades por parte de los gobiernos. Se ha exagerado artificialmente el temor por el acceso de países como Irán a armas nucleares. Aunque se llegue a producir un arma atómica (ocurrirían no menos de 5-10 años en el caso de Irán), se necesita experimentarla y luego hacen falta misiles confiables para lanzarlas. Irán está muy lejos de lograrlo, y las pruebas de Corea del Norte al respecto no han engañado a los expertos. Respecto de Irán, parece ser más eficaz la apuesta de Brasil por las negociaciones diplomáticas, las que desde los '80 han permitido reducir en un 60-70% las armas nucleares.
En la cumbre antinuclear también se señaló el peligro de un arma de destrucción masiva cayera en manos de grupos terroristas, como Al Qaeda, que en el pasado habría realizado algún intento de este tipo. Pero, y esto la Casa Blanca no puede no saberlo, en enero un informe presentado ante el Parlamento francés por Alain Chouet, uno de lo ex jefes de los servicios de inteligencia gala (la DGSE), aclaró que la organización Al Qaeda “murió” en el plano operativo en 2002. De 400 miembros en 2001, sólo quedarían unos cincuenta, aislados y sin modo de comunicarse. “Ninguno de los terroristas de los atentados post 11 de setiembre (Londres, Madrid, Mumbai, etc.) tuvo jamás contacto con esta organización”. El dato arroja sombras sobre lo que realmente está sucediendo en esta “guerra contra el terrorismo”.
A su vez, la hipótesis de un Estado “canalla” que decida ceder a un grupo terrorista un arma nuclear no convence a los expertos de la AIEA (agencia atómica de la ONU), debido a que éstas tienen una suerte de “huella dactilar” que permite identificar el país de proveniencia. El Estado que se hiciera responsable de un gesto de este tipo se expondría a la reacción internacional.
Tampoco convence la hipótesis de una “bomba sucia”, una mezcla de componentes radioactivos secundarios que se haría detonar logrando un efecto letal, aunque de menor intensidad. “Los estudiosos de radiaciones no pagados por el Pentágono han evaluado constantemente en una o dos la víctimas posibles de un artefacto 'sucio'”(1). La tecnología nuclear es compleja, se necesitan miles de científicos, y tecnologías y materiales que no se consiguen fácilmente. Y en materia de venta clandestina de armas nucleares, todos los casos investigados por la Agencia atómica de Viena ha resultado ser vulgares estafas.
En materia de armamentos, entonces, el problema lo constituyen las armas convencionales. Para el Bonn International Center for Conversion, en todas las guerras combatidas durante el siglo XX el 1% de los muertos fueron causados por armas nucleares (en Hiroshima y Nagasaki), el 0,3% por las armas químicas y el 98,7% por las armas convencionales, pesadas y livianas.
Si de verdad se quiere servir la causa de la paz, uno de los problemas lo constituyen los arsenales convencionales y los aparatos militares e industriales que deben a esa producción su existencia. Una tarea que involucra también a la opinión pública y la sociedad civil.

Por Alberto Barlocci


1) Pino Arlacchi, L'inganno e la paura, Milano, 2009, p. 127. Cfr. también pp. 87-90 y todo el capítulo 5.

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