A fines de este mes de noviembre comienza la cumbre climática convocada por las Naciones Unidas, que seguirá hasta casi mediados de diciembre.
Entre las medidas que hay aplicar para frenar el calentamiento
global, también deberían estar las que se refieren a nuestro
sistemas de producción agrícola y ganadero.
El Panel
Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) señala que se
lanzan, al año, a la atmosfera 54.000 mil millones de toneladas de
gases de efecto invernadero responsables del aumento de la
temperatura, en gran parte CO2. De ese total, 13.000 mil millones de
toneladas provienen de la actividad agrícola y ganadera.
Eso implica que para
evitar que para 2100 el aumento global de la temperatura no supere
los dos grados –el umbral por debajo del cual se considera que se
pueden evitar eventos climáticos más catastróficos-, además de
los parámetros de producción y de consumo, será necesario rever
también el uso que hacemos de las tierras, nuestros sistemas de
producción agrícola y de cría de animales.
En efecto, una mayor
protección de las selvas boscosas y una agricultura y ganadería
sostenible pueden disminuir las emisiones contaminantes, como el
metano provenientes de los bovinos y ovinos –el gas más letal y
permanente-, y además absorber grandes cantidades de CO2 ya presente
en la atmósfera. De hecho, los bosques y los mares pueden absorber
alrededor del 25 por ciento de las actuales emisiones de este último
gas, y oportunas políticas de reforestación y protección de los
mares pueden aumentar estas capacidad de absorción.
Muchos países, llegan
a la Cumbre climática convocada por la ONU en París a partir del 30
de noviembre, con propuestas concretas ya en marcha. En marzo, la
Unión de Científicos Sensibilizados (UCS), redactó un documento
sobre la base de las así llamadas “contribuciones nacionales
previstas” (INDC, su sigla en inglés) solicitados por la ONU para
la cumbre mundial. Sin embargo, se constató que países pobres, como
Gabón, o emergentes como México, aun con menos recursos y con
relativas emisión de gases contaminantes, han tomado decisiones
mucho más audaces y eficaces que países como los Estados Unidos, la
Unión Europea (UE), Rusia o Noruega.
La riqueza de países
emergentes como México, Brasil, Colombia o los del área
subsahariana consiste en enormes superficies de selva que operan como
reservas de CO2 esenciales en la lucha contra el calentamiento
global. Para la UCS las grandes potencias pueden dar un aporte clave
en este aspecto. Adoptando medidas adecuadas, por ejemplo, los
Estados Unidos pueden retirar de la atmósfera hasta 2.500 millones
de toneladas de gases contaminantes, y la UE otras 400 millones de
toneladas anuales. Los mayores emisores de gas, son a la vez, los que
más pueden reducir los efectos negativos de la actividad humana.
Si bien el presidente
Barack Obama ha manifestado una clara voluntad de avanzar en el tema
de afrontar el cambio climático, con medidas por ejemplo en el área
energética o de los vehículos, llegan a esta instancia sin haber
presentado propuestas en materia de uso de tierras. El abanico de
medidas es amplio: limitar el uso del nitrógeno como fertilizante,
mejorar el fooraje para los animales de manera de reducir las
emisiones de metano, aplicar programas de forestación, etc.
Lamentablemente, no sólo no hay propuestas en este rubro sino que la
UE anuncia que las adoptará recién a partir del 2020 y dependiendo
“condiciones técnicas” no especificadas.
En cambio, los
científicos de la UCS destacan las ideas pioneras y creativas que se
están adoptando en México, cuyo gobierno ha tomado decisiones
concretas, sustanciosas y verificables, comenzando por el objetivo de
reducir en un 25 por ciento sus emisiones contaminantes a partir del
2026, disminuyendo hasta 200 millones de toneladas anuales. En el
caso de recibir ayudas del exterior en este esfuerzo, se asegura que
la reducción podría llegar al 40 por ciento. Para el 2030 los
mejicanos aseguran que habrán alcanzado la mitad del objetivo
“deforestación cero”, con la aplicación de programas de
reforestación especialmente en las zonas costeras y la recuperación
de ecosistemas marinos y de las costas que permitirán el aumento de
captura de C02, junto con políticas de administración más racional
de los recursos hídricos para usos agrícolas, urbano e industrial.
Para los responsables del documento del UCS, este país
latinoamericano está a la vanguardia en materia de rever el uso de
la tierra.
La mención de una
eventual ayuda externa para reducir las emisiones contaminantes,
llama a colación el aspecto quizás más controvertido de las
discusiones que se llevarán a cabo en París. En las precedentes
Cumbres se estableció que los países que son emisores netos de gas
efecto invernadero, en cierto modo pueden pagar el “derecho” a
contaminar asumiendo los costos de la reducción de las emisiones de
los demás. Con base en este sistema, un país productor de petróleo
como Noruega, dotado de una gran industria de la madera, anuncia que
para el 2050 habrá alcanzado el nivel de emisión cero de CO2
cooperando con donaciones e inversiones en reducción de gases en
otro país. Suiza, por su parte, está programando una reducción del
50% de sus emisiones actuales, pero la mitad de este objetivo lo
alcanzará invirtiendo en reforestación en otros países.
Son políticas
discutibles. Esta lógica no tiene en cuenta de las eventuales
repercusiones en los países más pobres que necesitan avanzar en su
desarrollo industrial. A su vez, si bien el balance aritmético de
emisiones de CO2 de un determinado país puede llegar a ser cero, eso
no reflejaría la realidad y los efectos locales de sus emisiones
continuarían a ser nocivos.
La naturaleza, y hay
que recordarlo, es mucho más compleja que un libro de contabilidad
donde los rublos de gastos pueden dar un balance final neutro.
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