domingo, 1 de noviembre de 2015

Cambio climático y uso de la tierra

A fines de este mes de noviembre comienza la cumbre climática convocada por las Naciones Unidas, que seguirá hasta casi mediados de diciembre. Entre las medidas que hay aplicar para frenar el calentamiento global, también deberían estar las que se refieren a nuestro sistemas de producción agrícola y ganadero.


El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) señala que se lanzan, al año, a la atmosfera 54.000 mil millones de toneladas de gases de efecto invernadero responsables del aumento de la temperatura, en gran parte CO2. De ese total, 13.000 mil millones de toneladas provienen de la actividad agrícola y ganadera.
Eso implica que para evitar que para 2100 el aumento global de la temperatura no supere los dos grados –el umbral por debajo del cual se considera que se pueden evitar eventos climáticos más catastróficos-, además de los parámetros de producción y de consumo, será necesario rever también el uso que hacemos de las tierras, nuestros sistemas de producción agrícola y de cría de animales.
En efecto, una mayor protección de las selvas boscosas y una agricultura y ganadería sostenible pueden disminuir las emisiones contaminantes, como el metano provenientes de los bovinos y ovinos –el gas más letal y permanente-, y además absorber grandes cantidades de CO2 ya presente en la atmósfera. De hecho, los bosques y los mares pueden absorber alrededor del 25 por ciento de las actuales emisiones de este último gas, y oportunas políticas de reforestación y protección de los mares pueden aumentar estas capacidad de absorción.

Muchos países, llegan a la Cumbre climática convocada por la ONU en París a partir del 30 de noviembre, con propuestas concretas ya en marcha. En marzo, la Unión de Científicos Sensibilizados (UCS), redactó un documento sobre la base de las así llamadas “contribuciones nacionales previstas” (INDC, su sigla en inglés) solicitados por la ONU para la cumbre mundial. Sin embargo, se constató que países pobres, como Gabón, o emergentes como México, aun con menos recursos y con relativas emisión de gases contaminantes, han tomado decisiones mucho más audaces y eficaces que países como los Estados Unidos, la Unión Europea (UE), Rusia o Noruega.
La riqueza de países emergentes como México, Brasil, Colombia o los del área subsahariana consiste en enormes superficies de selva que operan como reservas de CO2 esenciales en la lucha contra el calentamiento global. Para la UCS las grandes potencias pueden dar un aporte clave en este aspecto. Adoptando medidas adecuadas, por ejemplo, los Estados Unidos pueden retirar de la atmósfera hasta 2.500 millones de toneladas de gases contaminantes, y la UE otras 400 millones de toneladas anuales. Los mayores emisores de gas, son a la vez, los que más pueden reducir los efectos negativos de la actividad humana.

Si bien el presidente Barack Obama ha manifestado una clara voluntad de avanzar en el tema de afrontar el cambio climático, con medidas por ejemplo en el área energética o de los vehículos, llegan a esta instancia sin haber presentado propuestas en materia de uso de tierras. El abanico de medidas es amplio: limitar el uso del nitrógeno como fertilizante, mejorar el fooraje para los animales de manera de reducir las emisiones de metano, aplicar programas de forestación, etc. Lamentablemente, no sólo no hay propuestas en este rubro sino que la UE anuncia que las adoptará recién a partir del 2020 y dependiendo “condiciones técnicas” no especificadas.

En cambio, los científicos de la UCS destacan las ideas pioneras y creativas que se están adoptando en México, cuyo gobierno ha tomado decisiones concretas, sustanciosas y verificables, comenzando por el objetivo de reducir en un 25 por ciento sus emisiones contaminantes a partir del 2026, disminuyendo hasta 200 millones de toneladas anuales. En el caso de recibir ayudas del exterior en este esfuerzo, se asegura que la reducción podría llegar al 40 por ciento. Para el 2030 los mejicanos aseguran que habrán alcanzado la mitad del objetivo “deforestación cero”, con la aplicación de programas de reforestación especialmente en las zonas costeras y la recuperación de ecosistemas marinos y de las costas que permitirán el aumento de captura de C02, junto con políticas de administración más racional de los recursos hídricos para usos agrícolas, urbano e industrial. Para los responsables del documento del UCS, este país latinoamericano está a la vanguardia en materia de rever el uso de la tierra.

La mención de una eventual ayuda externa para reducir las emisiones contaminantes, llama a colación el aspecto quizás más controvertido de las discusiones que se llevarán a cabo en París. En las precedentes Cumbres se estableció que los países que son emisores netos de gas efecto invernadero, en cierto modo pueden pagar el “derecho” a contaminar asumiendo los costos de la reducción de las emisiones de los demás. Con base en este sistema, un país productor de petróleo como Noruega, dotado de una gran industria de la madera, anuncia que para el 2050 habrá alcanzado el nivel de emisión cero de CO2 cooperando con donaciones e inversiones en reducción de gases en otro país. Suiza, por su parte, está programando una reducción del 50% de sus emisiones actuales, pero la mitad de este objetivo lo alcanzará invirtiendo en reforestación en otros países.
Son políticas discutibles. Esta lógica no tiene en cuenta de las eventuales repercusiones en los países más pobres que necesitan avanzar en su desarrollo industrial. A su vez, si bien el balance aritmético de emisiones de CO2 de un determinado país puede llegar a ser cero, eso no reflejaría la realidad y los efectos locales de sus emisiones continuarían a ser nocivos.

La naturaleza, y hay que recordarlo, es mucho más compleja que un libro de contabilidad donde los rublos de gastos pueden dar un balance final neutro.



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