Mi
impresión es que el discurso del Papa al segundo encuentro de los
movimientos sociales y populares en Santa Cruz de la Sierra, sea de
los que están destinados a producir repercusiones dentro y fuera de
la Iglesia.
Más que un discurso, es un programa de acción. En
el texto, se advierte que el Papa es movido por una urgencia: ya no
hay más tiempo, porque el sistema económico en el que estamos,
productor de injusticias y desigualdades, es insoportable, “no se
aguanta”; el equilibrio medioambiental puede verse gravemente
afectado en poco tiempo, por lo que es necesario actuar, cambiar,
porque “este sistema no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan
los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los
pueblos... y tampoco lo aguanta la Tierra”.
Bergoglio
identifica con claridad quién debe producir ese cambio, el sujeto
político que hoy está llamado a dar un alma a la
globalización: la sociedad civil, de la que tenía representado
ante sí el sector de los movimientos sociales y populares. La
globalización de la exclusión y de la indiferencia, la que asume la
pobreza y la desigualdad como hechos naturales, tiene que ser
reemplazada por la “globalización de la esperanza”, que “nace
de los Pueblos y crece entre los pobres”.
Este
último aspecto es importante porque supone la puesta en marcha de
mecanismos para democratizar este sistema, a menudo controlado por
hilos invisibles de poderes e intereses que más adelante el Papa
identifica como el “estiércol del diablo”. Una democracia
que, por lo tanto, parte desde abajo: “Ustedes, los más
humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen
mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en
gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover
alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de las “tres T”.
¿De acuerdo? Trabajo, techo y tierra. Y también, en su
participación protagónica en los grandes procesos de cambio,
cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se
achiquen!”.
¿Cuál
es el rol de la Iglesia ante una tarea tan grande? Alguien podrá
pensar que ésta debería mantenerse neutral, como en los procesos
políticos electorales. Sin embargo, el Papa sitúa a la Iglesia
dentro de la sociedad civil. Es una Iglesia que camina junto con los
demás, como dijo en Ecuador, que sale de sus comodidades para ir
hacia las periferias del mundo. Por eso mismo, no vive con
neutralidad este aspecto, sino que lo acompaña: “La Iglesia
no puede ni debe estar ajena a este proceso en el anuncio del
Evangelio”. Y agrega con mucho realismo y humildad que no hay que
esperarse de ella una receta.
“Ni
el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la
realidad social ni la propuesta de soluciones a problemas
contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La
historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de
pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los
valores que Dios puso en el corazón”.
Una
Iglesia, por tanto, que no es sólo mater et magistra, sino
también hermana y compañera de un viaje que Bergoglio ama definir
como “procesos de cambio”, en los cuales “la pasión por
sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, remplaza
la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver
resultados inmediatos. La opción es por generar procesos y no por
ocupar espacios. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo
complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por
una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por
“vivir bien”, dignamente, en ese sentido”.
En
pocas palabras aquí se condensa la dimensión eminentemente política
de un actuar que advierte que el “cómo” se alcanza el objetivo,
sin preocuparse por ocupar espacios de poder, es tan importante como
el objetivo mismo. En efecto, los procesos de cambio en marcha en
América latina corren el riesgo, bajo la justificación de la
búsqueda de la justicia social, de transformarse en proyectos
hegemónicos que podría generar fracturas entre componentes
mayoritarias y minoritarias de la sociedad. La
sociedad civil está motivada por el amor a los demás, por la
gratuidad, no por el poder ni por las teorías.
Bergoglio
lo aclara en un pasaje particularmente intenso: “Ese arraigo al
barrio, a la tierra, al oficio, al gremio, ese reconocerse en el
rostro del otro, esa proximidad del día a día, con sus miserias,
porque las hay, las tenemos, y sus heroísmos cotidianos, es lo que
permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos
sino a partir del encuentro genuino entre personas. Necesitamos
instaurar esta cultura del encuentro, porque ni los conceptos ni
las ideas se aman. Nadie ama un concepto, nadie ama una idea; se aman
las personas”.
Pero
¿qué quiere decir que la Iglesia no es ajena a estos procesos? ¿Qué
quiere decir que acompaña? Porque para el Papa “salir” es parte
medular de su misión evangelizadora. Mi impresión es que en
contextos de ese tipo aparecen los ulteriores horizontes de la nueva
evangelización: el anuncio de Jesucristo ya no puede limitarse al
anuncio de la Palabra, sino que debe traducirse también en nuevas
categorías de pensamiento económico, en categorías políticas, en
líneas para una nueva socialidad, en instituciones jurídicas... es
decir, penetrando en todos los aspectos de la cultura incluyendo una
nueva relación con la hermana-madre Tierra.
No
se trata sólo de nuevas teorías, sino de que estas categorías se
inspiren y provengan de la experiencia que nace del amor evangélico,
de la solidaridad, la gratuidad y la fraternidad. Es, por tanto, una
invitación dirigida particularmente a los laicos, en sus múltiples
expresiones eclesiales, a cuyos sectores juveniles el Papa invitó a
armar “lío” dentro de la Iglesia. Bergoglio está tratando
de hacer lío en el mundo, a menudo develando el hechizo que padecen
aquellos que no ven hasta qué punto este sistema insoportable, bajo
un manto de capitalismo y dedicado a nuevas formas de colonialismo,
no es otra cosa que un rey desnudo que no tiene modo de sostenerse,
ni epistemológicamente ni a nivel medioambiental.
Es
entonces importante generar junto con el Papa este proceso de cambio,
uniendo a su voz y a su actuar nuestras voces y nuestro actuar.