viernes, 30 de marzo de 2012

El BRICS: una voz nueva



El BRICS está conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Desde 2009 realiza reuniones anuales de sus dirigentes y la de Nueva Delhi, llevada a cabo del 28 al 29 de marzo, fue la cuarta.
No hay dudas de que se trata de un nuevo actor político que mucho tiene que aportar y decir. El peso específico de este grupo se puede medir, por ejemplo, con algunos números: representa entre el 43 y el 45 por ciento de la población del planeta, el 25 por ciento del producto bruto interno global, el 30 por ciento de las tierras cultivadas, su aporte a la economía mundial es del 50 por ciento, su mercado interno crece en el 28 por ciento anual en promedio, el consumo interno - con clases medias en crecimiento - varía entre el 35 y el 60 por ciento de los PBI nacionales. 
Estamos pues frente a una verdadera locomotora del desarrollo. Pero no sólo por esta pujanza macroeconómica, sino que desde la perspectiva política hay palabras nuevas que están apareciendo en el escenario global.
En efecto, la cita en Delhi se llevó a cabo bajo el título: "BRICS, asociados para la estabilidad global, la seguridad y la prosperidad".  Allí los planteos de los miembros del grupo fueron contundentes. Ante la crisis mundial que, dicho sea de paso, estos países están sorteando con mucha más soltura, comparando con Occidente, es necesaria una reforma del FMI y del Banco Mundial. En el primer caso para que los mercados emergentes sean mejor reflejados si de verdad se quiere legitimar y hacer más efectiva la tarea del FMI. En el caso del Banco Mundial, el grupo insta a que la institución logre representar la visión de todos sus miembros y de la actual realidad política. El grupo intentará crear un banco de desarrollo destinado a realizar proyectos de infraestructuras desde una perspectiva de crecimiento sostenible ampliada a otras economías emergentes. Importante, el esfuerzo de implementar el comercio interno entre los países del BRICS utilizando sus propias monedas. Un tema, éste, particularmente delicado pone en discusión el uso del dólar estadounidense como moneda global. 
La voz del BRICS en Delhi también se hace oír en temas de política internacional. Sus miembros consideran necesario llegar a un cese de la violencia en Siria y apoyan la misión de la ONU y la Liga Árabe al respecto. Asimismo, abogan para que Irán pueda con derecho disponer de un proyecto nuclear para fines civiles, de modo que se pueda desactivar este foco de crisis. Se reitera, además, la condena del terrorismo, pero indicando las Naciones Unidas como el marco adecuado para su lucha, proponiendo la pronta redacción de un borrador de Convención Integral sobre el Terrorismo Internacional. Este punto en clave para lograr la pacificación de Afganistán, donde además es preciso impulsar la lucha contra la producción de opiáceos usados para fabricar drogas. 
Otros temas analizados durante la cumbre de Delhi son el desarrollo sostenible, la seguridad energética y la seguridad alimentaria. Se consideró que se trata de elementos clave para luchar contra la crisis financiera y contra el hambre y la pobreza. El uso de energías alternativas, el recurso a un comercio más justo a nivel global completan este discurso que, sin embargo, no pertenece a una ONG comprometida en el tema, sino a gobiernos que representan las mayores economías del planeta. 
Es un nuevo protagonismo al que las últimas décadas no nos habían acostumbrado. Una experiencia que habrá de seguirse muy de cerca. En junio de este año, en Río de Janeiro, se celebrará la Conferencia sobre desarrollo sostenible (Río + 20). Allí el BRICS tendrá más cosas para decir sobre un tema que se anuncia como clave para el siglo XXI.

viernes, 9 de marzo de 2012

Il mondo ha bisogno di Putin?

Per molti il modo in cui Vladimir Putin è arrivato al terzo mandato presidenziale è scandaloso e per niente democratico. E hanno le loro ragioni nell’affermarlo. La Russia è il Paese col triste record di giornalisti ammazzati, dove al potere si arriva con spregiudicata determinazione e ricorrere a brogli elettorali non è certo una novità. Lo sapeva bene Boris Eltsin, che nel ’96 giunse in modo certo non limpido alla presidenza. E basterebbe poi ricordare, a proposito di Putin, gli attentati sospetti che hanno portato all’intervento in Cecenia e spianato la strada a Putin. Una guerra, quella della regione Ciscaucasica, che, in quanto a diritti umani, ci ha riportato e ci riporta ancora a epoche lontane.
Dunque Putin torna a installarsi come presidente ed è probabile che l’alternanza con Medvedev continui per un periodo piuttosto lungo. Questa continuità nel potere sta dicendo qualcosa allo scenario internazionale, così come lo farebbe una eventuale riconferma di Barack Obama alla Casa Bianca, il prossimo novembre.
In effetti, in un contesto nel quale gli Stati Uniti rappresentano un potere che, sebbene con segni di decadenza, continua a essere egemonico, soprattutto sul piano militare e industriale, Putin rappresenta la voce di una potenza capace di contrapporsi – e questo si deve soprattutto alle dimensioni del “continente Russia” – a tale potere. La corsa alle risorse naturali, in modo speciale a quelle energetiche, è tuttora in corso e il territorio russo, e quello della sua sfera di influenza, giocano un ruolo strategico importantissimo. La sua voce acquista un maggiore peso politico, perché si aggiunge a quella della Cina, oggi la vera potenza emergente con vocazione globale – ancora silenziosa e poco intellegibile nei suoi obiettivi per la diplomazia occidentale –, con un atteggiamento poco accondiscendente nei confronti di Washington. L’esempio concreto è la posizione di Pechino e di Mosca in merito al conflitto scoppiato in Siria e rispetto alla questione della politica nucleare dell’Iran. Vista la spregiudicatezza con la quale si è agito in Libia prima, e in Siria poi, con tutta probabilità, senza queste voci dissonanti, sarebbe già stato avviato un attacco preventivo all’Iran per neutralizzare i suoi progetti nucleari.
La continuità di Putin al Cremlino, dunque, stabilisce di fatto una linea di continuità politica che tende a limitare e temperare l’influenza della Casa Bianca, che si trasformerebbe altrimenti in un potere illimitato la cui tendenza, ricordiamolo bene, è quella di considerare come “subalterni” gli altri attori sul piano globale. Zbigniew Brzezinski, che tanta influenza ha avuto sulla politica estera Usa degli ultimi anni, nel suo testo La grande scacchiera (Longanesi), parla senza pudore di Stati «vassalli e tributari», riferendosi al gruppo di “gregari” desiderosi di eseguire gli ordini provenienti da Washington.
Questo multilateralismo di fatto, frutto dunque più della necessità che di autentiche virtù democratiche, permette che anche altri attori politici possano affacciarsi, senz’altro ancora timidamente, sullo scenario mondiale, acquistando poco a poco autorevolezza. È il caso dell’India e del Brasile, ad esempio. Questi Paesi sono espressione di popoli finora esclusi dagli ambiti di discussione internazionale. Tale presenza suppone anche un peso politico in organismi multilaterali nei quali filtrano altri criteri politici che non siano i rapporti di forza.
Tale risultato sembra forse poco per chi aspira a un consesso internazionale ispirato a valori più elevati dai limitati obiettivi della realpolitik. Ma intanto è la premessa indispensabile per poter avanzare in direzione di una maggiore democratizzazione della convivenza globale.

jueves, 1 de marzo de 2012

Parece verdadero, más aún es falso


El régimen sirio se ve acosado por juegos de poder: la confrontación entre corrientes opuestas en el mundo islámico e intereses geopolíticos del “gran juego” global.

¿Qué pasa en Siria?  Los medios muestran un régimen despiadado que dispara contra civiles que marchan pidiendo reformas democráticas. Es la imagen que quieren presentar los gobiernos interesados en la caída de Bashal al Assad. Coinciden miembros de la Liga Árabe, la dinastía saudita y Qatar, y los Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y gran parte de Occidente. Pero, en realidad, las manifestaciones a favor de Assad revelan que no es repudiado por gran parte de la población.  Tanto la mayoría sunita, como la minoría cristiana, estarían ciertamente a favor de un cambio de régimen, pero no de manera cruenta. Una “guerra civil provocaría centenares de miles de muertos”, aclara una fuente confiable consultada. No es cierto que la gente esté dispuesta a levantarse en armas contra un régimen que –conviene aclararlo– no es un modelo de democracia.
Los grupos infiltrados en territorio sirio no son una novedad. Inclusive, no coinciden las versiones sobre quién está disparando a la multitud. La Liga Árabe envió al lugar a 166 observadores (1). El informe presenta un cuadro muy diferente del que difunden las cancillerías occidentales y los medios periodísticos. El documento fue silenciado porque cuestiona la información de que el gobierno sea responsable de una brutal represión. Se atribuye a algunas bandas el asesinato de cientos de civiles y miles de soldados. Las mismas que habrían cometido atentados con bombas en autobuses, trenes, puentes y oleoductos.
No muy diferente del caso libio, donde de la noche a la mañana surgió una guerrilla armada en un país donde la oposición no era particularmente activa. La presencia de servicios de inteligencia y fuerzas extranjeras fue confirmada varias veces, además de grupos milicianos cercanos a Al Qaeda.
Siria es parte de un escenario donde se da una compleja confrontación entre diferentes corrientes internas del mundo islámico, sunitas y chiítas. Los gobiernos con mayoría sunita, como Arabia Saudita, no ven con agrado el aumento de la influencia chiíta en el mundo árabe a través del régimen iraní, que, sin embargo, gana simpatías populares por su férrea oposición al estilo de vida occidental. El régimen de Teherán no esconde su proyecto de exportar la revolución de Khomeini dentro del Islam (y de apoyar a grupos como Hezbollah en Líbano y Hamás en Gaza). El régimen sunita wahabita de Riad considera que es herética la mediación de los ayatolás entre lo sagrado y lo profano. En su momento, la casa Saudita financió la guerra entre Irak e Irán en los ’80. Para Renzo Guolo, docente de Filosofía y Letras en la Universidad de Padua, “el chiísmo como religión de las minorías y como religión de los oprimidos encontró un abanderado en la República de Irán (2).
Siria es el principal aliado del gobierno iraní. Representa un caso anómalo, porque la mayoría sunita de la población (70%) está gobernada por los alauitas (12-13%). Siria es un país central en Medio Oriente, de importancia estratégica. “Los alauitas, a los que pertenece Assad, provienen de una corriente histórica del chiísmo y, por lo tanto, hay una fuerte afinidad religiosa. Hay también afinidad política, ya que Irán y Siria tienen un pacto militar. La caída del régimen de Damasco, tendría efectos no sólo en Israel sino también en Irán”, concluye Guolo (3). Debemos tener presente que la actual situación es vista como favorable por sectores islámicos radicales de Siria como los salafitas y los Hermanos musulmanes que querrían ser los herederos del régimen, como ya sucedió en otros países árabes. 
En este panorama de carácter religioso se apoya la dimensión política del problema. A nadie escapa que debilitar a este aliado de Irán significa debilitar el régimen de los ayatolás, que es uno de los objetivos de la Casa Blanca. La falta de prudencia del presidente Ahmadinejad y sus absurdas declaraciones negando la Shoá o predicando la destrucción de Israel, favorece finalmente los intereses occidentales. Pero ser uno los principales productores de crudo del mundo dispuestos a una política desprejuiciada con Occidente y el crecimiento la relación comercial con China –que firmó un contrato para el uso de gran parte de la producción de gas y petróleo iraní en los próximos 25 años– son los motivos de mayor peso para la reacción de Washington. Rusia, aliado histórico de Siria, que ya constató hasta qué punto la OTAN está dispuesta a neutralizar adversarios como Libia, no ve con buenos ojos la desestabilización en un área cercana a sus fronteras.
Pero no sólo en Siria se actúa según razones de Estado, sin interesarse por las víctimas de una guerra civil. En Irán está sucediendo algo similar. Bajo el título “Falsa bandera”, Mark Perry presenta en su sitio foreignpolicy.com un informe de la infiltración del Mossad en la organización Jundallah, muy activa en Irán (4). El riesgo de un conflicto está más cerca de lo que se cree.
Situación delicada y juego de roles mientras, por el lenguaje diplomático y el control de la información, quedan ocultos las razones de fondo. En estas condiciones la proclamada defensa de los principios democráticos en Siria alienta un futuro incierto. A nivel internacional, la construcción de auténticos proyectos políticos para afrontar una aldea global es cada vez más compleja y se deja esperar.


(1) Report of the Head of the League of Arab States Observer Mission to Syria for the period from 24 December 2011 to 18 January 2012.
(2) Sciiti e sunniti nell’epoca di Assad ,  publicado por la ONG Emergency, E-on line:  http://www.eilmensile.it/2011/12/24/sciiti-e-sunniti-nellepoca-assad/
(3) Ibid.
(4) False flag, Foreign Policy, 13 de enero de 2012.