Europa y la inmigración.
La decisión de Francia de repatriar a los gitanos a su país de origen suscitó polémicas y el Gobierno tuvo que dar marcha atrás. Para el periodista francés Jean-Michel Merlin, el problema no es la delincuencia sino la miseria.
por Alberto Barlocci
La reciente decisión del gobierno del presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, de repatriar a los gitanos suscitó semanas atrás no pocas polémicas tanto en Francia como en el resto de los países europeos.
La medida se enmarca en el contexto de una política de varios países europeos cada vez más restrictiva hacia los inmigrantes extranjeros, sobre todo los que provienen de regiones extraeuropeas, en especial el norte de África.
En este caso, el Gobierno galo adujo razones de seguridad, debido a serios incidentes que se verificaron entre la policía y algunas comunidades de gitanos, acusados de actividades delictivas. Más tarde, las autoridades tuvieron que admitir que la misma policía también había recurrido a métodos ilegales contra los gitanos.
En su momento, desde estas páginas (ver Cn revista, abril de 2010) se hizo mención al hecho de que la vinculación entre inmigración extranjera y actividad delictiva frecuentemente responde más a mitos y prejuicios que a una cuestión con fundamento estadístico, sin con ello negar que existan personas inmigrantes que cometen delitos.
El periodista de la revista francesa Nouvelle Cité, Jean-Michel Merlin, confirma que el eje del problema es otro: “Más bien tenemos delincuencia allí donde hay miseria. No hablo de pobreza –aclara–, sino de miseria. Y no se trata de una novedad. Tengamos presente que en la historia los sectores que sufrían mayor miseria han sido los de las zonas rurales, y la violencia venía de los campesinos... El tema, entonces, es el hambre”.
¿Se trata de un fenómeno extendido? “Por cierto, en los barrios periféricos –responde Merlin–, en la zona parisina llamada banlieu, por ejemplo, se ven situaciones que asustan. Pero cuando tienes 18 o 20 años, estás sin trabajo y sin perspectivas de crecimiento, en un ámbito familiar en el que el desempleo ha sido una experiencia tanto del padre como del abuelo, desembocar en la violencia es bastante probable. Sin embargo – advierte el periodista – no necesariamente se trata de inmigrantes. Porque si hablamos de tercera generación, ya son ciudadanos franceses. Por lo tanto, el tema deja de ser la inmigración y volvemos a la cuestión económica”.
En efecto, para Jean- Michel Merlin Francia pasa por una situación crítica, que por otro lado comparte con las economías del resto de los países de la Unión Europea. “El problema fundamental tiene que ver con que los números son críticos. Frecuentemente, para los gobiernos de derecha es más fácil echarle la culpa a ciertos fenómenos sociales. Y eso no es apropiado porque, por otro lado, sin la presencia de los inmigrantes que hacen aquellos trabajos que los franceses ya no quieren hacer, no sabríamos como seguir adelante”.
Una aclaración ésta última que es válida no sólo para el país galo, sino también para las demás economías más poderosas del Viejo Continente, en las que los trabajos menos cotizados e insalubres son realizados por los inmigrantes extraeuropeos. A su vez, una reciente encuesta de la prestigiosa revista francesa La Croix ubica el tema de la seguridad al sexto lugar de las principales preocupaciones de la ciudadanía. El primer lugar de la lista, en cambio, es la estabilidad laboral, la cual, en Europa, no siempre está garantizada: en España, en el mes de agosto, el desempleo superó el 20%. En otros casos, al desempleo se agrega la precariedad del trabajo. Y un extremo en este sentido lo constituye Italia, donde hasta hay contratos de trabajo semanales.
Volviendo a la situación francesa, la pregunta es: ¿por qué la decisión del Ejecutivo suscitó el rechazo generalizado de la Unión Europea?. “El tema es que la disposición que tomó el Ministerio del Interior – explica Merlin – es ilegítima tanto para la Constitución francesa, como para la europea. Nuestra Carta Magna prohíbe hacer censos en base a la raza, por lo cual no se puede hacer un censo para establecer quién es o no gitano. De hecho, sucesivamente, el Ministerio del Interior modificó su disposición y sacó el concepto de “gitano”. Por lo tanto, lo que se combate es la delincuencia. Pero una cosa es repatriar a un delincuente, sobre lo que no hay nada que objetar; y otra muy distinta repatriar niños, mujeres y ancianos, metiendo a todo el mundo en la misma bolsa. A su vez, los gitanos son ciudadanos rumanos, por lo tanto, miembros de la Unión Europea, y por eso con derecho a desplazarse libremente por todo el territorio del bloque”.
La problemática tiene varios costados. Uno tiene que ver con la necesidad de que la Unión Europea profundice todavía más su experiencia de integración. Merlin está de acuerdo: “Hace falta más Europa – agrega – porque la actual crisis financiera no puede ser resuelta por cada país en modo individual. Esto ya no es posible”. Palabras éstas llenas de sentido común, a las que se suman las de la Iglesia católica, que desde hace muchos años invita a los países más avanzados a intervenir cooperando en el desarrollo de los países pobres, precisamente en el intento de frenar de raíz la emigración. Esto evitaría no sólo el problema del desarraigo sino también el fenómeno de la emigración en condiciones de ilegalidad, madre de una vida al margen de la sociedad civil, particularmente expuesta a caer en la trampa de la delincuencia.
No por nada son pocos los países europeos que cumplen con el compromiso de destinar el 0,7% de su producto bruto interno a la cooperación para el desarrollo. Más que un gasto, debería entenderse como una inversión.