La Casa Blanca anunció el retiro de unidades de combate de Iraq. De este modo, para fin de año habrán dejado el país unos 100 mil soldados y sólo quedarían unos 50 mil, pero con funciones de "asesoramiento" y "entrenamientos" de las fuerzas armadas iraquíes. El anuncio, por parte de una administración preocupada por recuperar la imagen en caída del presidente Obama, y en vista de próximos compromisos electorales, debería generar optimismo y alivio. Pero resulta que en política el escepticismo es casi necesario. Los hechos políticos y sus efectos deben reflejar los gestos y las palabras. Cabe entonces reflexionar.
Iraq figura entre los tres o cuatro países con las mayores reservas de petróleo del planeta, además mucho más barato de extraer porque los yacimientos están a muy pocos metros de profundidad. Fue invadido por motivos que resultaron falsos (no había ni armas de destrucción masiva, ni vínculos con Al Qaeda y or lo tanto con los atentados del 11-S); en casi 7 años y medio de presencia militar si bien es cierto que fue derrocado el régimen de un dictador asesino, Saddam Hussein, también es cierto que, en ese caso habría que salir a castigar a muchos otros dictadores, varios de los cuales aliados de Washington. Es el caso del régimen de arabia Saudita, no menos corrupto que otros, el cual durante los últimos 30 años se ha dedicado a invertir 60.000 millones de dólares (a razón de 2 mil millones al año) para la difusión de su versión fundamentaista del Islam, sin que eso modificara una sóla coma de la alianza entre este gobierno y la Casa Blanca. Por otro lado, la intervención en Iraq desató el caos en un país que entró en una lucha interna sangrienta y contra sus ocupantes, que ha provocado medio millón de muertos entre la población civil. Iraq hoy no es ni más seguro, ni más estable políticamente.
Por lo tanto, la Casa Blanca debería dar razones válidas para explicar a sus ciudadanos por qué motivo los Estados Unidos desató una guerra que provocó entre sus filas más de 4.400 muertos y entre 30.000 y 50.000 heridos, muchos de los cuales quedarán lisiados de por vida, al tiempo que los efectos psicológicos de esta guerra impulsan al suicidio a una quincena de soldados por día (sí, leyó bien!); por qué motivo los contribuyentes tuvieron que erogar un millón de millones de dólares (es decir, un billón de dólares ) para esta guerra (y según Joseph Stiglitz los billones finalmente serán tres); por qué motivo el país terminó siendo uno de los más criticado y desprestigiado políticamente a nivel internacional luego de una guerra que, según el Pentagono fue "victoriosa" pese a que nadie puede esgrimir un solo resultado concreto de la misma.
Digamos que el buen viejo Pirro enseñó la inconveniencia de este tipo de "victorias" hace miles de años.
A su vez, el Pentágono presenta el balance bélico sobre la base de los efectivos y armamentos desplegados... "olvidando" el balance de otro ejército presente en Iraq, que es de los contratistas privados (es decir, mercenarios) acerca de los cuales pocos sabemos en cuanto a bajas y en cuanto a su número. La relación entre mercenarios y soldados hasta hace poco era de 1 a 1. ¿Caerá sobre ellos el peso principal del conflicto, sin el precio político que supone cada muerto y sin tener que reportar públicamente bajas? El anuncio de que deberá duplicarse la presencia de mercenarios en el país es además aterrador. Los "contratistas privados", el eufemismo con el cual se denominan los mercenarios, gozán de una inmunidad de grado superior a la de los soldados del Pentágono. Estos últimos, si bien gozan de inmunidad en el territorio donde están desplegados, igualmente permancen bajo la jurisdicción de la justicia militar. No es así en el caso de los mercenarios, para los cuales vale la inmunidad de cualquier tipo de jurisdicción, debido a una disposición amitida desde el primer año de ocupación. Qué puede hacer un ejército privado y acorazado por esa inmunidad ya encontró una respuesta en la cárcel de Abu Ghraib: las vejaciones aplicadas a prisioneros iraquies determinaron la baja de los soldados que las aplicaron, pero quedaron sin castigo los civiles de la empresa de seguridad CACI quienes estaban a cargo de la cárcel (!).
Y si pensamos que esto en América Latina nos interesa poco, repasemos el listado de las bajas de mercenarios en estos años (han sido declarado sólo 400, pero deben ser más, encontraremos hondureños, salvadoreños, colombianos, etc. pues varios miles de latinoamericanos fueron contratados por las diferentes empresas de seguridad, como Xé, entre ellos un millar de chilenos, es militares, de los cuales unos cuarenta involucrados con el régimen de Pinochet).
Las declaraciones de la Casa Blanca respecto del retiro de militares, quizás, explican más de lo que se anuncia. "Esto no significa que termina nuestro compromiso con Iraq". De hecho, los 50.000 "entrenadores y asesores" que permanecerán allí seguirán representando los intereses de los Estados Unidos en la región. Una pregunta: ¿por qué tantos? Si cada "entrenador" trabaja con 10 soldados o policías locales, estamos hablando de fuerzas armadas y de seguridad por un total de medio millón de hombres. ¿Iraq necesita semejante fuerzas? ¿Con qué las equipará y pagará su débil gobierno? Por lo tanto, ¿qué otros intereses supone el "compromiso con Iraq"?
Al presidente Obama le tocó esta pesada herencia que le dejó la administración de George W. Bush. Igualmente, es quien hoy tiene la responsabilidad de explicar a su país y al mundo qué piensa hacer del desaguisado iraquí, de qué manera supone que Iraq podrá transitar hacia la estabilidad luego de que se abriera la caja de Pandora de sus conflictos internos. Y por sobre todas las cosas: cuándo su gobierno comenzará a respetar la soberanía de Iraq poniendo fin concretamente a esta intervención.