martes, 31 de mayo de 2016

¿Por qué Dios permite todo esto?

Las imágenes y las noticias no podrían haber sido más dramáticas: adultos y niños en el mar, desesperados y tratando de salvarse, un barco dándose vuelta y arrojando al agua a sus pasajeros, 700 muertos en el Mediterráneo en pocos días, entre ellos y por decenas, niños en tierna edad. Vuelve a la memoria el cuerpito de Aylan, el niño sirio encontrado muerto a orilla del mar el año pasado. En facebook se multiplican los comentarios. El que más me llama la atención es el de una mujer: “¿Por qué Dios permite todo esto?”.

La pregunta, o más bien este grito doliente, penetra en mi conciencia y me interpela. Cómo es posible que Dios permita el mal a esta escala: guerras crueles impuestas a poblaciones obligadas a huir de su país en busca de supervivencia, para luego verse rechazadas por los mismos países que apoyan a las partes en conflicto y hasta le venden armas. 
Pero ¿en qué Dios creo? Seguramente no en un dios-superman que espectacularmente interviene en todo el mundo deteniendo el mal. ¿Cuál sería la consecuencia de un dios así? Estaríamos despreocupados haciendo lo que se nos antoja; total, tarde o temprano, él intervendría.
El misterio de nuestra libertad es parte de nuestra condición humana: somos libres y Dios es tan respetuoso de esta libertad que hasta permite que cometamos el mal, del que somos totalmente responsables. Lo fue Caín cuando levantó la mano contra su hermano, lo fue Hitler cuando quiso organizar el exterminio judío en modo científico, lo ha sido todo asesino a lo largo de la historia. No somos títeres sobre el escenario de la vida, sino actores. La pregunta, en todo caso, debería ser: ¿por qué no detuvimos esas manos asesinas?
Entonces, la perspectiva, aún en medio del misterio que envuelve la fe, cambia. Dios quiere intervenir a través de nosotros mismos, en cuanto hermanos, custodios y responsables los unos de los otros. ¿Acaso no disponemos de las herramientas y de los conocimientos para hacerlo? ¿Y no lo habrá inspirado justamente Dios el poder disponer de medios poderosos? 
Poseemos los instrumentos democráticos para evitar las guerras y las desigualdades sociales que a menudo las provocan. Hemos generado los recursos materiales para intervenir en ésta como en muchas emergencias. Hemos desarrollado el conocimiento científico para intervenir eficazmente contra la pobreza y la miseria e impulsar el desarrollo. Nos sobra capacidad de intervención: el problema es que en lugar de emplearla para construir el bien común, se usa el poder en beneficio de los intereses de algunos pocos.

No es Dios que permite la muerte de tantos inocentes. Somos nosotros.

martes, 24 de mayo de 2016

Crisis y oportunidades

Que soplen vientos de crisis, no lo duda nadie. Hasta Bolivia y Perú, que crecían a un ritmo más sostenido, tuvieron que recortar sus previsiones para este año. Chile crecerá menos del 2 por ciento estimado. En Ecuador llovió sobre mojado, pues el terremoto supuso, además, un golpe para una economía en dificultad. México y Colombia alternan buenas con malas noticias, aunque en la sustancia crecerán menos de lo esperado. El freno a la economía brasileña y argentina es serio, y grave en el caso venezolano.
La CEPAL aborda la cuestión de la sustentabilidad de las economías regionales en un documento que inaugura su 36 período de sesiones, con la presencia de los representantes de los 45 países de la región. La comisión económica de las Naciones Unidas apunta, en su visión estructuralista, a cambios profundos del estilo productivo y de consumo en pos de la sustentabilidad ambiental y social. Por un lado, es importante cambiar la matriz energética de la región e introducir un sistema productivo con baja huella de carbono para mitigar los efectos del cambio climático en curso (parte de la crisis actual, al menos en Venezuela y el Caribe, depende de una intensa sequía). Por otro, es importante el énfasis en la continuidad de las políticas sociales para erradicar la pobreza y reducir la desigualdad. En síntesis, en el mediano plazo - la CEPAL señala el 2030 –, el desafío es encontrar una nueva dinámica entre Estado, mercado y sociedad.

El documento no se introduce en la complejidad política de ese objetivo. Sin embargo, el tema es clave. De no mediar una superación de los actuales enfrentamientos políticos y articular una política con continuidad en el plano regional, el riesgo es doble: empantanarse en las cuestiones locales, entre el énfasis en políticas sociales y de redistribución, y perder la perspectiva de que los problemas de América latina necesitan ser encarados desde una mayor integración. Se ha instalado la idea de un “fin de ciclo”, luego de los esfuerzos en políticas de inclusión llevados a cabo en estos años, que supone, en muchos casos, la idea de un regreso a recetas que han demostrado no poder resolver el problema de cómo crecer con inclusión social.
En estos años, si bien se consiguió la mejora de la calidad de vida de muchos latinoamericanos, unos 70 millones, también se cometieron errores, ineficiencias, se pecó de clientelismo y con frecuencia no se aplicaron planes sociales que fueran, además, productivos. Esta mejora cuantitativa es la contracara de la alternativa que prevé mejoras macroeconómicas que benefician sólo algunos y agudizan la desigualdad. Ambas son negativas. El desafío es cómo cuidar el gasto público haciendo que evolucione hacia mejoras cualitativas y más productivas, no eliminarlo o simplemente ajustarlo. Este paso sólo será posible a través de pactos políticos, mediados por la sociedad civil, que asegure transparencia y rigor en el uso de los recursos.    
Pero no es éste el único aporte de la sociedad civil. La CEPAL no lo visualiza, pero la sociedad civil es un actor clave precisamente para humanizar el mercado. Para que éste sea sustentable, en el plano ambiental y social, es necesario que las motivaciones que animen este giro copernicano respondan a valores que no pueden ser la utilidad y la eficiencia productiva. Se trata fundamentalmente de una decisión que responde a una solidaridad intergeneracional. Dicho de otro modo, tiene que ver con el mundo que dejaremos a las generaciones futuras. Ricas en iniciativas que pueden ser fuente de alianza con el Estado en el esfuerzo de inclusión social, la sociedad civil es impulsora de empresas que abarcan finalidades de utilidad social que serán clave para revitalizar el mercado. Este tercer actor económico debe ser potenciado, facilitado e impulsado para que el mercado recupere su dimensión de constructor de civilización.
Finalmente, es clave para los líderes regionales, la recuperación de la perspectiva de la integración. Creer que cada país podrá resolver individualmente sus problemas, es ilusorio y es una tentación. No es posible en la aldea global del siglo XXI. Hay que desanclar el proceso de integración de las visiones ideológicas para que avance impulsados por políticas de Estado y la complementación económica y cultural. Como nunca, es necesario ver en este tiempo de crisis una oportunidad para avanzar.

lunes, 9 de mayo de 2016

Construir puentes y seguir estrellas

Hoy el Papa Bergoglio fue distinguido con el premio Carlomagno que la ciudad alemana de Aquisgrán entrega a personalidades que se hayan destacado en el tema de la paz, la integración y la unidad europea. 

Entre las autoridades que ya recibieron el premio figuran, entre otros, la actual canciller alemana Ángela Merkel, el ex presidente estadounidense Bill Clinton, la iniciativa del Euro que llevó a unificar la moneda en una quincena de países del bloque europeo. 
La entrega del reconocimiento ocurre en un momento de gran pobreza de ideas en el Viejo Continente que, más que seguir desarrollando la idea de integración como herramienta para la paz y el desarrollo, parece inclinarse a quedar encerrada en su egoísmo bajo la guía de un liderazgo político que mira con un ojo la duración de su mandato y con el otro los sondeos de opinión sobre seguridad y bienestar, supuestamente amenazados por la presión de los migrantes en las fronteras europeas. 
Una migración provocada muy a menudo por los desaciertos políticos europeos (para decirlo en modo muy suave), como en el caso del conflicto libio y sirio. La multiplicación de muros fronterizos en una región que había casi suprimido las fronteras es evidente y un signo de esta miopía política. 
Francisco sostiene que Europa, ante la nueva gran migración, debe seguir construyendo puentes y no muros para seguir su inspiración originaria. El mal europeo es precisamente la pérdida de perspectivas, ha desaparecido el horizonte de los ideales que han supuesto la construcción de una Europa unida. Entre ellos, el de la solidaridad y la fraternidad. Y sin una visión no hay futuro. No lo hay para Europa, no lo hay para el planeta. Ante los desafíos actuales, como el del cambio climático que ya provoca daños graves en todo el planeta, la idea de un mundo sin muros y poblados de puentes es precisamente la que necesitamos para avanzar. 
Dice un proverbio árabe: "Si en tu vida quieres trazar surcos derechos, ata tu arado a una estrella". No es ni utopista, ni una ilusión. Es sabiduría. Pese a los límites y las fallas de sus miembros, la Iglesia sigue el surco de la estrella de Belén. Europa, el mundo, necesita seguir las estrellas de los ideales, como la unidad, la fraternidad. 

Este premio acierta en destacar la labor y la palabra del Papa

domingo, 1 de mayo de 2016

Una solución no demasiado lejana

La foto de la firma del fin del conflicto entre el Gobierno de Colombia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) deberá esperar. Sin embargo, todo indica que es cuestión de tiempo. Hasta entre los escépticos hay convencidos de que la paz está a la vista.

Hay objetivos que pueden resultar demasiado lejos. Como ese famoso puente de la ciudad holandesa de Arnhem, que los aliados debían alcanzar, durante la operación Market Garden, para acelerar el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hubo un irresponsable exceso de optimismo tras ese fracaso para los aliados. No es la misma situación hoy en Colombia, cuando todo sugiere que es posible llegar a pacificar el país y abrir nuevos horizontes para los colombianos.
Sin duda, el acuerdo resolverá un aspecto importante del problema de la seguridad. Pero ¿la paz habrá resuelto todos los problemas? Se diría que no, pues no es éste el único frente para el Gobierno y la sociedad entera. Bien lo sintetiza Aldo Cívico, experto internacional en resolución de conflictos y profundo conocedor de la realidad colombiana, quien destaca tres prioridades: “La violencia urbana y el control territorial del crimen organizado en las ciudades; la persistencia de grupos armados ilegales que siguen asesinando y desapareciendo a los representantes de asociaciones de víctimas y de derechos humanos; la plaga de uno de los más altos niveles de desigualdad social”.
Conflictos y seguridad
Postergado el acuerdo con las FARC, a fines de marzo se confirmó que el Gobierno abrió negociaciones con la otra principal guerrilla, el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En su momento, el Gobierno rechazó unificar las negociaciones para evitar que las dos organizaciones se fortalecieran en sus planteos. El grupo dispone de fuerzas menguadas (entre 1.500 y 2.000 efectivos), y sabe que no tiene chances de acceder al poder por las armas. Su acción es más fragmentada, con sectores más o menos a favor de finalizar el conflicto, lo que explicaría los más de dos años de contactos exploratorios para abrir una mesa de negociaciones. La agenda de los diálogos de paz seguirá temas ya abordados con las FARC, aunque se anuncia una mayor participación de las víctimas del conflicto y de la sociedad civil, siguiendo las características del ELN.
Sin estos conflictos, el principal reto a la pacificación del país pasará a ser las Bandas Criminales Emergentes (Bacrim). Son grupos nacidos entre 2006 y 2012 a partir de la desmovilización de los paramilitares que, lo señala el Alto Comisionado de la ONU por los derechos humanos, siguen atentando contra las personas. Hay organizaciones sociales que han perdido hasta cien miembros asesinados por paramilitares. En 2012 las Bacrim reunían unos 4.800 delincuentes. La treintena de grupos iniciales se redujo, sustancialmente, a un par: los Urabeños y los Rastrojos, activos principalmente en el narcotráfico y la minería ilegal.
Política y sociedad
La transición que comenzará con los acuerdos de paz será compleja en lo político y lo social. No todos aceptan que los ex guerrilleros, varios de ellos acusados de crímenes de guerra, puedan ocupar un cargo político. Siete millones de votos recogió el candidado a la presidencia por el conservador Centro Democrático durante las últimas elecciones, planteando la oposición a los acuerdos tal como han sido anunciados. En marzo, el 38 % de los ciudadanos de las principales ciudades seguía a favor de la solución militar contra la guerrilla, aunque el 54 % apoyaba el proceso de paz.
La aplicación de una justicia transicional supondrá, además, que en muchos casos la admisión de culpa podrá beneficiar a los responsables de crímenes con penas alternativas. También ésta es una idea resistida.
Para el Coordinador Residente de la ONU en Colombia, Fabricio Hochschild, se necesita crear un ambiente propicio para la paz, con gestos audaces de reconciliación y una mayor pedagogía y comunicación dirigida hacia la población. Para el funcionario, se debe transformar la paz en un bien común que debe trascender el debate político y reconstruir el tejido social dañado durante décadas de violencia. Y como todavía no ha sido definido en detalle el andamiaje institucional que deberá sostener los acuerdos, para avanzar es urgente lograr la aceptación de estos acuerdos por parte de la ciudadanía.
Economía y desigualdad
La reparación material a los civiles que perdieron sus bienes con el conflicto supone el empleo de importantes recursos públicos. La pregunta es si habrá suficientes, porque desde la economía llegan noticias poco auspiciosas por la baja de los ingresos a causa de la venta de petróleo y minerales. Pese a que no hay señales de alarma, existe un creciente malestar por la conducción económica del Gobierno.
Se estima que la paz podría incrementar el actual crecimiento (+3 %) en otros dos puntos.
Sin embargo, crecimiento no significa desarrollo ni que todos se beneficien de ello. La desigualdad se extiende por todo el tejido económico-social. El 10 % de la población más rica del país gana 4 veces más que el 40 % más pobre. Pese al retroceso de la pobreza, la desigualdad se mantiene constante y el índice de desarrollo humano de la ONU se reduce cuando se compara el acceso a la salud, la educación y los salarios. Según una investigación de Ana María Ibáñez, decana de Economía de la Universidad de Los Andes, en 2010 un 77,6 % de la tierra estaba en manos de 13,7 % de los propietarios. Aplicando el coeficiente Gini a la distribución de la tierra, esta proporción da uno de los índices más altos de desigualdad (0,86 en una escala de 0 a 1).
Paz, reconciliación, pedagogía e igualdad social serán por tanto factores clave para avanzar hacia la pacificación luego de medio siglo de violencia. Lo perciben los países de la región latinoamericana, que han manifestado su apoyo al proceso de paz; la comunidad internacional, que incluso participará con recursos, y el Papa, que ha prometido una visita en caso de que se logre la firma de los acuerdos de paz.
Más que nunca Colombia no debe vivir este tiempo en soledad.